Detrás de cada uno de sus poemas o canciones cabría una pregunta indiscreta. Pero sus letras, que hablan por sí mismas, son como micro ruedas de prensa sobre lo cotidiano y ya dan buena razón de su forma de afrontar la vida. Luis Ramiro (Madrid, 1976) tiene miedo a volar en aparato a motor pero las alas de su creatividad le elevan para adivinar el mundo con una altura de miras directamente proporcional a su sencillez. A la hora del café y la sobremesa, el centenario y ahora remozado Café Comercial de Madrid, escenario de tantas tertulias literarias en la posguerra, acoge este diálogo con el artista de mirada directa y transparente, de esas que aunque no le vieras la boca sabrías si está sonriendo. Si hacemos caso a sus versos, ellos nos dirían que Luis no es quien todos creen ni por asomo, pero a nosotros se nos antoja que, escribiendo secretos o maquillando verdades, es un buen tío y un artista que derrocha sensibilidad por los cuatro costados.
Fotografía: Juan F. López
¿Cuánto toma el poeta o el compositor de experiencias propias y cuánto hay de prestado en lo que te inspira?
No le pido nada prestado a la gente que tengo alrededor. Casi todo viene de experiencias propias o de mi imaginación. Si hay algo concreto y real es mío.
Sigues diciendo a menudo que no te consideras poeta, pero con más de 25.000 libros vendidos a lo mejor tienes que empezar a considerar el ir asumiéndolo.
He dicho muchas veces que la palabra poeta me da un gran respeto, pero la verdad es que, aunque me sigue pasando, al final las evidencias se imponen. Si escribo libros de poesía tendré que ser poeta, por fuerza.
Por ahí, a la hora de poner etiquetas, algunos te han llamado el nuevo Sabina. Imagino que es un buen elogio pero algo limitado para todo lo que aportas de propio a la canción de autor y a la poesía.
Es un gran elogio. Creo que Sabina nos ha influenciado a todo el mundo con su forma de escribir. Pero tengo una voz propia, aunque no la sé identificar. Me pasa igual con las canciones que con los poemas. No sé identificar mi estilo. Es algo que al final identifica el público y no yo. Por otra parte, sigo buscando mi propia voz, sigo intentando innovar, tanto con mi música como con mis poemas, sigo intentando salirme siempre de mi zona de confort. Así que, es un gran elogio que te comparen con Sabina, de los mayores elogios que te pueden hacer, pero como bien dices tú no se ve una copia, porque sí que te encuentras a veces con cantantes o escritores que tienen un parecido demasiado evidente con otros. Yo no quiero que me pase eso. Una cosa es que se vean matices pero siempre he tenido mucho cuidado de intentar ser diferente.
He dicho muchas veces que la palabra poeta me da un gran respeto, pero al final las evidencias se imponen.
¿Ha sido referente alguna vez para ti?
Sí claro, le admiro muchísimo. Como escritor de canciones en castellano para mí es lo máximo que hay. En los poemas se puede notar a lo mejor una influencia de él pero también me dicen que se ve una influencia grande de Karmelo Iribarren. No lo sé, yo intento huir, intento huir de todo lo que admiro.
Y hablando de etiquetas, se habla de tus versos como “poesía urbana”. ¿No vuelve a limitar el adjetivo?
Claro, es que al final un poema de amor no es urbano. Otra cosa es que en mis poemas tampoco hablo de los valles , de los ríos y las montañas, pero al final hablo de sentimientos bastantes cotidianos. Aparte del amor hablo de mi vida, de encuentros, desencuentros, de la amistad… Intento tocar muchos temas. La de urbana es una clasificación muy generalizada. Se le aplica a casi todo lo que habla con un lenguaje un poco más de la calle, que es como intento hablar yo. Tanto con mis canciones como con mis poemas, siempre he intentado que la metáfora no gane nunca al asfalto.
Tanto con mis canciones como con mis poemas, siempre he intentado no perder el lenguaje de la calle, que la metáfora no gane nunca al asfalto.
Cómo descubre un niño o un adolescente que su vocación va a ser la de cantar a la vida.
Empecé a escribir poemas con 14 años. Escribí bastante tiempo hasta que me topé con la música y me centré en escribir canciones a partir de los 20 años. Retomé lo de la poesía un poco como un juego. Mi amigo Marwan estuvo intentando convencerme durante mucho tiempo para que escribiera un libro de poesía. Yo le decía que no, que yo no valía para hacer eso. Pero al final lo consiguió y empecé con los sonetos. Lo tomé como un reto, un auténtico desafío. Al final encontré que me sentía muy a gusto, la poesía me aportaba muchas satisfacciones complementarias a la música.
Ahora hay adolescentes que te leen en el colegio, con toda la capacidad transformadora que eso puede tener implícito. ¿Hubiera leído o escuchado Luis Ramiro a Luis Ramiro a esa edad?
El que me acabaran leyendo en la escuela no me lo podía imaginar y todavía me sigue pareciendo raro. Me escriben profesores, maestras y maestros que utilizan mis poemas para enseñar el soneto o y me resulta extrañísimo. Yo de adolescente era bastante rarito. Leía mucho, casi todo lo que caía en mis manos, el hábito lo tengo desde pequeño por mis padres. Leía de todo, novela, poesía, teatro, filosofía… Y escuchaba mucha música, aunque era más del tipo de Extremoduro y grupos de metal y rock duro. Era también la época del grunge, pero, al mismo tiempo, escuchaba cantautores… Tenía ahí una mezcla un poco extraña.
Voy a tomar como referencia algunos de tus versos… «Con los miedos no se juega». ¿A qué le teme Luis Ramiro?
El miedo más importante que tengo es con los viajes. Hay gente que me sigue que lo sabe y otra mucha gente que no, pero no he viajado a Latinoamérica a tocar porque tengo un problema de ansiedad. Por eso no he podido ir. Antes del primer disco, y tengo cinco, ya me invitaron a ir a tocar a México y a Cuba. Tengo muchos seguidores en Latinoamérica y es un inconveniente el tener este problema, pero convivo con ello y lo tengo más o menos asumido. Intento solucionarlo pero, de momento, ningún terapeuta ha dado con la tecla.
El miedo más importante que tengo es con los viajes. Intento solucionarlo pero, de momento, ningún terapeuta ha dado con la tecla.
Es muy difícil vivir de certidumbres, pero siempre solemos apostar por lo que intuimos que nos va a ir bien, a veces a costa de sacrificar algo que nos podría cambiar la vida. ¿Te arrepientes de cosas que no has hecho?
Siempre piensas que podrías haber hecho más. Siempre pienso, incluso a día de hoy, que podría tocar mejor la guitarra. Sigo aprendiendo a tocarla después de 20 años y ahora estoy en clases avanzadas. Siempre te arrepientes… ¡Joder, si hubiese aprendido antes a tocar! ¡Si hubiera escrito más! ¡Si hubiera…! Pero bueno, al final el pasado pasado está y creo que hay que dejarlo donde está. No suelo pensar mucho en el pasado.
«Dejar de ser feliz es un pecado». No te voy a preguntar si eres feliz, porque esa es una cuestión muy amplia y muchas veces sin respuesta pero, ¿en qué encuentras la felicidad?
Suena a tópico pero soy bastante simple en ese aspecto. Con una buena comida, estando con la guitarra en un parque, cenando con mis amigos, yendo de fiesta con ellos… Y con tantas cosas que solo solemos valorar cuando las perdemos. O leer por la noche, eso también me regala momentos muy felices. En general no tengo aficiones caras [risas].
Eres trovador de casi todos los estados de vida. ¿Hay alguno con el que aún no te hayas atrevido?
No me pongo límites, pero tanto las canciones como los poemas surgen, no los planeo, aparecen de repente. No hay un trabajo previo, el tema y el poema o el tema y la canción aparecen por casualidad y por ahí empieza una historia. Pero nunca me he planteado: «Voy a escribir una canción que hable de algo».
Has mencionado ya a algunos compañeros. Más allá de una generación brillante de cantautores, perteneces a un grupo de amigos muy especial. Para muchos habéis imprimido un nuevo sello a la canción de autor, consolidando la transición desde la canción social hacia lo cotidiano.
En cierto modo sí pero, por ejemplo, Luis Eduarto Aute es uno de los autores de letras que más admiro y prácticamente el 90 y pico de su canciones son de amor. Suscribo lo que os decía Marwan en vuestro diálogo con él, a mi me da mucho miedo ser panfletario siempre que escribo. Se pueden tocar temas sociales sutilmente pero siempre con respeto y cuidado. En cuanto al género musical, eres cantautor porque cantas y escribes pero, en un concierto al que voy con mi banda, si me pusieran el nombre de un grupo podría parecerlo y no dirían que soy un cantautor. Al final, como hablábamos al principio, son etiquetas que nos perjudican un poco, aunque ya estoy acostumbrado y a estas alturas de mi vida digo que soy cantautor y me da un poco lo mismo.
Has explicado alguna vez por qué te sientes a gusto con el soneto a la hora de componer poesía. Choca que hasta los espíritus libres, como el tuyo, necesiten un ritmo, una referencia, en este caso la del endecasílabo. Y además recurres a menudo a la sílaba tónica. ¿Eres muy autoexigente o quizá algo metódico?
Metódico no pero autoexigente mucho. Hay poemas totalmente libres. Por un lado me encorseto mucho con el soneto y por otro soy totalmente libre. Lo que pasa es que ese encorsetamiento con el soneto, al contrario de lo que pueda parecer, a mí me da libertad. Para mí el soneto es una cárcel donde tengo que encontrar la salida o, al menos, la ventana. Esa ventana es encontrar la belleza dentro de esas paredes.
Para mí el soneto es una cárcel donde tengo que encontrar la salida.
Y en este mundo lleno de contradicciones, nos ofreces una que nos gusta. ¡Qué grande es lo pequeño y cuánto se puede contar en un micro relato!
Hay poemas que los empiezo como un soneto porque de partida me sale un endecasílabo, según empiezo a escribir me sale una frase y siento que necesita desarrollo, porque es el comienzo de una historia. Pero hay otros casos donde una vez escrito el verso pide brevedad total. Como te decía antes, no escribo con premeditación, sino según sale. ¡Ni yo lo sé explicar!
El pragmático decía que aquello de «no creo en las musas pero si llegan que me pillen trabajando». A ti, que hablas de la vida, te pueden encontrar hasta haciendo la compra en el supermercado.
No, pero trabajando también. Yo me pongo a escribir. No tengo horarios, soy poco metódico en ese sentido, pero no puedes estar 15 días sin hacer nada y luego esperar a que te lleguen poemas o canciones. Yo me siento a componer canciones y poemas todos los días, lo que no sé en ese momento es en qué formato voy a escribir. Hay veces que he estado escribiendo un poema de un folio y al final me doy cuenta de que lo importante de ese poema son tres frases, y se ha quedado en tres versos porque eso me parecía más contundente y más bonito.
En cualquier caso es de admirar tu capacidad de síntesis, de evocar con poco.
Para mí es igual de complicado que hacer un poema de tres frases. De hecho, hacer un poema de tres versos es muy complicado, porque tienes que contemplar mucho el ritmo, tienes que ajustar muy bien la medida. El ritmo es importantísimo. Aunque no haya rima en un poema siempre hay un ritmo interno, a mi me sale como me salen las canciones cuando las voy rimando internamente y voy siguiendo el ritmo con la música. Con un papel es parecido, pero sin música. No es escribir bonito y ya está, es escribir bonito y saber cuándo tienes que parar y cuándo tienes que cortar. Eso es lo que más valoro, saber cortar y dejar lo esencial.
¿Y a qué sensación se equipara cuando un verso se te resiste?
Es una especie de lucha, mucho trabajo, una lucha hasta que sale, hasta que llega… ¡O no llega y lo abandonas! Pero, como yo soy muy tozudo, muy cabezón, no abandono fácilmente. Cuando cojo una idea y la tengo casi, me obsesiono hasta que queda como tiene que estar. Y luego me arrepiento de no haberlo cambiado. Una vez que está publicado me vuelvo a arrepentir. Me pasa lo mismo con las canciones. Vuelvo a ver fallos en los discos y por eso no quiero ni escucharlos y tampoco me gusta leer lo que escribo una vez publicado porque al final veo lo que podía haber mejorado.
Traes locos a tus editores.
Sí, les doy cambios hasta el último momento. Y con las canciones, en el mismo estudio de grabación he llegado a cambiar letras y partes enteras.
En el siglo XVIII los poemas satíricos se contaban en las plazas de los pueblos. Ahora es parecido, pero se hace en Facebook e Instagram.
¿Y hay muchas creaciones que se quedan fuera?
Muchísimas. Para libros tengo muchos poemas inéditos. Y en cuanto a la música, tengo cinco discos publicados pero canciones sin grabar tendré casi doscientas. Ahí sí me da pena. Uno de los proyectos que tengo es poder grabar algún día un disco con 50 o 60 de esas canciones, aunque sea solo con guitarra y voz, porque grabar es muy caro.
Carlos Salem dice que tus letras corren el riesgo -pero riesgo no tiene que tener connotaciones negativas- de ser carne de redes sociales. Tú tienes una relación muy cercana con tus seguidores por esos canales.
Bueno, es que en el siglo XVIII los poemas satíricos se contaban en las plazas de los pueblos. Ahora es parecido, pero se hace en Facebook e Instagram. Han cambiado las tecnologías pero la esencia no cambia con el paso del tiempo. La gente, al final, siempre necesita historias, da igual dónde estén, cómo las escuchen o cómo las lean.
Historias, más historias, por favor */