Hace algún tiempo leíamos en la portada de una revista de arquitectura un manifiesto condensado en tres palabras: «Mass is more». Esta afirmación nos dejaba una importante reflexión: lo ligero no es sostenible. «La levedad ha secuestrado la imaginación de los arquitectos» y ha generado una dependencia del consumo de combustibles fósiles para poder hacer habitables espacios levemente aislados del exterior. Un precio demasiado alto del cual la sociedad empieza a prescindir. Recientemente, la misma publicación nos sorprendía con su handmade, un auténtico manifiesto en el que, como dice Luis Fernández-Galiano, «defender la mano es defender la forma y la materia en un mundo crecientemente inmaterial e informe».
El valor de la materia unido al valor del trabajo manual nos despeja de forma nítida la trayectoria de una forma muy concreta de entender la arquitectura, una cosmovisión que viene de lejos, posiblemente desde las arquitecturas vinculadas directamente al lugar. Cabría preguntarse si esta vuelta al lugar es el resultado plástico de un paso atrás en este tiempo de postcrisis económica. No cabe duda, parece que los tiempos están cambiando y tanto hablar de austeridad y contención ha calado. La masividad de los nuevos espacios arquitectónicos responde de forma casi mimética y algo onírica a esa cueva platónica en la que parece que siempre buscamos un refugio.
Este hecho no ha pasado desapercibido en otras disciplinas, y así, en el séptimo arte, el nuevo Blade Runner 2049 nos sorprende con la masividad de los espacios, como el inspirado en el proyecto del estudio español Barozzi-Veiga para el museo de El Sidrón (imagen inferior). Sorprende cómo la levedad, ligereza y fluidez de la primera versión de esta película en 1982, en la que esta movilidad se observaba como una arcadia inaccesible, contrasta con la gravedad y masividad de la última entrega. Parece como si el sueño del futuro idealizado haya optado por otra fisonomía, describiendo a la arquitectura del futuro como una guarida, un lugar donde refugiarse.
Esta opción por la densidad y gravedad material, lleva implícito un importante ejercicio de simplificación, que como dijera Venturi, es sinónimo de complejidad. Y es que esta contención formal requiere de una importante investigación y control en la representación. Parece que elementos tan representativos como la fachada hayan pasado a un segundo plano, optándose por la calidad espacial más que una simple cuestión liminar. Se evidencia así, cómo la arquitectura, cuando pasa por el crisol de la crisis opta por los elementos fundamentales, dejando a un lado ilusiones irracionales.
El contexto técnico y tecnológico de la sociedad contemporánea condiciona cualquier argumento que se pueda elaborar sobre el hecho, el concepto y el discurso del artesano. La lógica de la máquina, del proceso informático y técnico, paría haber suplantado a otras formas de conocimiento relegándolas a puros ejercicios retóricos. La persuasión de la materia, de lo tectónico, de lo construido a lo largo de la contemporaneidad, parecía haber cedido el paso a la preocupación formal. Pero no era así. Al igual que una imagen sin discurso, todo era efímero. La imperfección que lleva implícito el discurso de la lógica del artesano encierra el intento por encontrar en el lugar, en la materia, en el taller, en la memoria, en el maestro y el discípulo… la pretensión aaltiana de hacer más humana la arquitectura.
No cabe duda que los problemas no han hecho más que empezar y se ha perdido mucho en el camino, pero la actualidad confirma cierto optimismo. En este año, que se conmemora el 20 aniversario de la construcción del Guggenheim de Bilbao, han concedido el Premio de Arquitectura Española 2017 a dos magníficas obras: el Palacio de Exposiciones de Palma de Mallorca de Francisco Mangado y el Museo de Colecciones Reales en Madrid de Mansilla y Tuñón (ambas obras, en la imagen principal que acompaña esta entrada). Una arquitectura contextual que, huyendo de un carácter escultórico y objetual, opta por una lectura perfecta del lugar, asumiendo un diálogo necesario y potenciando el entorno. Y es que, como buenos artesanos, han encontrado que frente a la levedad y ligereza efímera, la masa es mucho más.