Federico García Lorca encontró en el Caribe la antítesis luminosa de su paraíso oscuro, Granada. De la misma manera, Loles León (Barcelona, 1950) ha encontrado en la obra del de Fuentevaqueros una puerta abierta para seguir creciendo a una edad en la que los convencionalismos llaman a la jubilación y volvernos a demostrar (aunque ya lo ha hecho sobradas veces) que en ella el concepto de cómica rebasa los límites de cualquier definición simplista y se esponja para absorber otras virtudes más allá de la de hacer reír, que es también cosa importante. ¡Oh Cuba!, una obra lorquiana, flamenca y cubana, en dos pulsos y cinco latidos, es para la hija de los churreros de la Barceloneta un sueño cumplido. Con el rigor en la mirada del poeta de fondo, nos encontramos con la mujer, la que aparenta ser y la que realmente es, que es mucho más. Nos regala cercanía y desprende sensualidad (en el tono de voz, en la sonrisa, en la mirada directa, en la actitud…). Por eso enamora aún más en las distancias cortas. Ella lo sabe. Y le gusta.
Fotografía: Juan F. López
¿Tú eres más de flamenco o de son cubano? Yo soy más de flamenco, porque es lo primero que escuché en mi casa de pequeña. Uno de los primeros recuerdos que conservo es mi padre cantando flamenco. Y todas las canciones que se ponían en el picú eran flamenco, flamenco… ¡Flamenco jondo! Pero luego también, como en la Barceloneta se vivía mucho en la calle, no faltaron en mi infancia los ritmos cubanos. Siempre había alguna cubana o algún cubano por allí. Así que soy primero flamencóloga y luego cubanóloga.
Para Lorca Cuba fue su paraíso, de amor y de libertad. ¿Cuál sería el tuyo?
Mi trabajo. En él me sumerjo. Me entrego y me entrego a tope, dedicándole todos los latidos de mi corazón.
A nuestro poeta le mataron por sus ideas. ¿Crees que vuelve a estar en peligro hoy la libertad de expresión?
Sí, está en peligro. Hay menos libertad de expresión ahora que antes. Vamos a tener que salir a la calle otra vez.
¿Tú has tenido que callar alguna vez?
Si he callado no ha sido por obligación. Ahora vivimos un momento en el cual la actualidad invita a no estar muy expresiva, pero callar por obligación, desde luego que no.
En este momento están de moda los lazos amarillos. A ti te censuraron por…
[Interrumpe] Por llevar uno naranja [ríe].
La libertad de expresión está en peligro. Vamos a tener que salir a la calle otra vez.
Te ha pasado factura ser reivindicativa.
Sí, claro. Es un peaje que se paga. Yo lo he pagado toda la vida. Pero bueno, aquí estoy.
Le pregunto ahora a la hija de los churreros de la Barceloneta, ¿cómo vives la actual situación en tu tierra?
Espero que se arregle pronto. Lo único que quiero es que todo el mundo esté bien. Deseo que todo se pueda solucionar y lo deseo de corazón. Eso sí, no tengo la clave, no sé cómo.
A lo mejor si volvieras a militar en política como en tu juventud…
Estoy a la expectativa [ríe].
Hay quien dice que en el teatro, como en el amor, lo mejor es el primer día.
Depende, el primer día es muy especial, como en el amor también, pero luego el resto, cuando ya lo tienes pillado, es un poco… Dijéramos que es la costumbre deleitada, el placer de la costumbre.
O sea, que como en al amor también puede uno ir buscando ese…
¡Claro, el gustito por algún lado! Y lo encuentras al final [ríe].
Has dicho que este trabajo es como un sueño. Luego, los sueños se cumplen. ¿Cuál te gustaría que fuera el siguiente en llegar?
Hay uno que se va a materializar, aunque no lo puedo decir aún porque todavía no se ha anunciado. Pero otro sueño por cumplir sería tener un programa de cocina en una televisión, un programa de cocina mío.
Nunca renunciaría a esta profesión que ha dado sentido a mi vida.
Antes de verte en MasterChef eran muchos los que te seguían en Cocinando con Loles.
Ya, en YouTube [ríe]. Bueno, pues un sueño sería tener mi programa de cocina, pero en una televisión, no ahí en YouTube.
Tengo un amigo que se acuesta todas las noches contigo.
Explícate [ríe].
Se va a la cama con un capítulo de Aquí no hay quien viva o La que se avecina de fondo para dormirse con una sonrisa. Al contagiarla, los actores hacéis una función…
[Interrumpe] Social.
¿Y valora la sociedad en su justa medida la función social del arte? Tenéis una gran responsabilidad.
Muchísima. Han estado ahora aquí en Madrid El Tricicle y me dijeron que también antes de dormirse en la cama se ponían La que se avecina para acostarse con un buen recuerdo y una buena sonrisa y pasar un rato bueno. Eso es lo mejor que te pueden decir con respecto a tu trabajo. Y esto lo dicen también hasta los niños. Ellos lo ven a otra hora pero también lo ven, porque es una serie que ve todo tipo de público. Y yo, cuando he ido a un programa de televisión un sábado, que no hay colegio, y ha ido la hija de la productora, con ocho años, y me está esperando para hacerse una foto conmigo… Yo, como comprenderás… [Dibuja una sonrisa de oreja a oreja] ¡Qué se pare el mundo! ¡Qué me da igual! ¿Sabes? Eso es lo que más vale.
Para mí el público es mi premio. Es lo que más valoro y a quien más respeto tengo.
Vives de un oficio precioso, pero también de los más inestables. Varias veces te has visto en la ruina. Pese a todo, ¿volverías a elegirlo?
Sí, siempre. Nunca renunciaría a esta profesión que ha dado sentido a mi vida, y que lo da. Lo ha dado y lo sigue dando. Yo me he entregado a tope a ella, pero me he entregado porque me ha gustado. Si no me hubiese gustado no hubiese movido un dedo. Pero a mí me ha gustado vivir intensamente este oficio. Nosotros somos una gran familia. Somos muy familia cuando trabajamos. Porque si nos levantamos a las cinco y media de la mañana y volvemos a casa tarde-tarde, esa familia con la que se viven esas horas y esos días somos nosotros, los actores con los técnicos y los directores y los escritores y todo eso. Y entonces, a veces pienso y digo: «Estoy muy orgullosa de este oficio y de esta profesión». Y lo siento así.
¿En tu trayectoria has tenido más manos amigas o más codos envidiosos?
Hombre, hay de todo. Pero yo me siento muy respetada, muy querida y, ahora mismo, muy valorada. Me llaman para hacer esto, lo otro… Siempre me he sentido así, desde que llegué a Madrid y en Barcelona también. En Barcelona me hacían notar que tenía mucho peso, y eso que era más joven. Al llegar aquí a Madrid también valoraron mucho lo que yo traía y cómo yo lo expresaba y cómo yo lo interpretaba. Siempre han valorado todos los trabajos que he hecho. Ha habido de todo, unos muy buenos, otros menos buenos, otros un poquillo así… Pero nunca he tenido fracasos importantes. Aunque algunas cosas no te han dado tanta trascendencia me he entregado a todo. Porque para mí el público es mi premio. Es lo que más valoro y a quien más respeto tengo.
Hay un respeto mutuo.
Pienso en el que está en el salón de su casa, en su sofá; y se ducha, se viste, se va a la calle, coge un metro, un autobús o un taxi; viene aquí con frío, con lluvia, con calor… ¡Y compra una entrada! Se sienta ahí. ¿Y yo qué tengo que hacer? Salir y hacerte los honores por todo ese esfuerzo. Estoy aquí para eso.
Si el #MeToo se queda solo en unos titulares no habrá servido para nada.
Nosotros te vemos siempre como la mujer atrevida, alegre, seductora… Pero cuando llegan los días tristes, que también los hay, ¿cómo se lee la vida?
Claro, yo cuando llego a mi casa abro y digo: «Holaaaaa». [Ríe pero da paso a un tono serio] Bueno, me nutro con todos los momentos que vivo felices. De todas formas, tampoco tengo mucho tiempo, porque lo que hago en mi casa es desmaquillarme, dormir un poco e irme a grabar la serie. Y allí otra vez cargo las pilas y gozo con todos los compañeros. Allí en la serie y aquí en el teatro tengo una compañía maravillosa.
Cada 8 de marzo la mujer es la protagonista, parece que porque toca. Este año se habla de revolución, pero luego se nos olvida todo pronto. Lo tenéis difícil todavía para no acabar al borde de un ataque de nervios.
Queda mucho por reivindicar. Esto no para y creo que, en cierto modo, acaba de empezar otra vez. Estaba un poquito dormido y se está relanzando, cosa que celebro. Hay que tomárselo muy en serio. Hay que seguir reivindicando y hay que seguir buscando sitios y adquiriendo derechos quien no los tenga. Yo siempre estaré ahí apoyando esa causa.
Como con en el caso del #MeToo. ¿Seguiremos hablando de ello dentro de un año?
Está muy bien que se denuncie pero me dolería mucho que se quedase solo en unos titulares. No habría servido para nada. Esto es un tema serio y cuando se dan estas realidades se tienen que denunciar en los juzgados. Tienen que salir a la luz pública y hay que darles notoriedad. Pero que quien haya hecho algo, si se demuestra, que lo pague, y eso tiene que ser judicialmente.
Gracias por regalarnos tiempo y sonrisas.
Gracias a vosotros por acompañarme… Y dale un beso a tu amigo.
De tu parte. */