Cierto día, alguien le dijo a Santi Senso (Cáceres, 1979) que el deseo de parir no le pertenecía «porque eso es cosa solo de mujeres». Con, para y desde el mismo amor con el que afronta la vida, el que ha sido calificado (pese a que él se desprenda de toda etiqueta) como uno de los creadores más reveladores de la cultura en España y Latinoamérica, quiso demostrarle lo equivocada que estaba a esa persona a la que en ese momento sintió extranjera de sus emociones. En esa búsqueda de respuestas también estaba la necesidad de darse una a sí mismo y retar a la obsoleta metafísica. De ahí nace Parir, volver al vientre, un nuevo acto íntimo que es en sí una invitación en toda regla a viajar más allá de lo establecido.
Fotografía: Juan F. López
¿Es este diálogo un acto íntimo?
Sí, por supuesto. Desde que te estoy penetrando con la mirada y desde que me estoy dejando que me penetres es ya un acto íntimo.
¿Aunque trascienda a muchos?
El secreto es para una persona solo. Cuándo alguien comparte y visibiliza lo que siente, lo que está viviendo, ya rompe el secreto. La intimidad no está en el número de personas ni en el espacio, está en uno mismo y cuando se verbaliza se provoca y se manifiesta. Es muy sencillo de entender y de explicar: está el secreto y está la intimidad; el secreto solo es para una persona y cuando lo compartes, lo abres y ya es íntimo.
La lucha entre el determinismo y la libertad ha sido recurrente en la historia del pensamiento. En Parir enfrentas tu deseo con tu frustración. ¿Quién vence?
Yo no me enfrento a nada ni a nadie, nunca. No, porque eso sería conseguir que alguien o algo salga victorioso, una emoción sobre otra o yo ante otra persona. Parir, realmente es una confrontación; en este caso la confrontación del deseo con la frustración; o el dolor con la frustración; el dolor con el deseo; el deseo con la aceptación… Aquí hay algo muy claro que me habita y es un deseo de parir. Como no puedo parir, hay una frustración. Esa frustración me provoca dolor. Pero yo soy un tipo que me muevo más si bailo y danzo con la felicidad. Así que voy a estar frustrado solo un ratito. Nada ni nadie va a aniquilar mi deseo. ¿A quién le pertenece mi deseo nada más que a mí? ¿Por qué me tienen que decir que ese deseo solo le pertenece a las mujeres? ¿Es qué todas las mujeres, por ser mujeres, tienen que parir? No.
El secreto solo es para una persona. Cuando lo compartes, lo abres y ya es íntimo.
Separas la capacidad de dar a luz del propio acto. La imposibilidad de una no tiene por qué anular la otra.
Claro, es que me pertenece a mí, no a nadie más. Como digo, hay mujeres que no desean parir y por presión social, sobre todo de la familia, se lo han impuesto y las han puesto en el paritorio y les han dicho: «Tienes que parir por ser mujer». Ahí les aparece la frustración y ahí les aparece el dolor; aceptan vivir con esto y lo sufren.
El sufrimiento siempre emerge.
Pero, ¿cómo se cuantifica el dolor? ¿Quién tiene más dolor? ¿Ellas? ¿Yo? ¿Quién sufre más? ¿Quién se frustra más? Al final, nadie puede cuantificar o magnificar un dolor.
Pese a todo, hablamos de un acto que el imaginario común siempre ha limitado a la mujer. La RAE empieza su definición de parir con «Dicho de una hembra…». ¿No te pueden acusar de querer apropiarte de algo que no es tuyo?
Ahí es donde quiero llegar yo. ¿Por qué este tema no trasciende al género? ¿Por qué no hacemos círculos? ¿Y por qué no abrimos esos círculos? No es qué se rompan y se aniquilen, es que se abran esos círculos de mujeres para que sean círculos de personas, para que trascienda el género, no solo a nivel físico, también a nivel emocional, porque ahí está el entendimiento. ¿Estaría mejor visto que yo quiera cambiarme de sexo que el que quiera parir? ¡Sois extranjeros y extranjeras de mis emociones! Todo es tan sencillo como respetarnos. ¿Por qué quieres apropiarte de algo que no te pertenece a ti, de mi deseo?
Esta propuesta tiene también mucho de aceptación.
Lo más fuerte para mí es aceptar mi ego. Lo digo una y otra vez.
Parir es la confrontación del deseo con la frustración; el dolor con el deseo; el deseo con la aceptación.
Penélope Cruz dice que está feliz de decir que su ego «se ha vuelto más pequeño con el paso del tiempo». Ella relaciona este proceso con su madurez, sin embargo el tuyo ha seguido el sentido inverso en el mismo camino.
¡La mato! A Penélope y a Mónica Naranjo. Mónica Naranjo en Operación Triunfo le dijo a un participante algo así como: «El ego déjatelo en casa, en el escenario no hay que tener ego» ¿Cómo que no? Creo que nos confundimos. Yo no quiero estar por encima. Ese es el egocéntrico, el ególatra, el que aniquila e impone con esa verdad absoluta sobre el ego de otra persona. Pero qué es eso de hacer mi ego más pequeño. Se trata de aceptar, no engrandecer ni empequeñecer, aceptar.
¿Y aceptas lo que piensen los demás?
Yo no me siento herido cuando me dicen que no me pertenece parir. Porque está tan en mí, lo tengo tan aceptado… Encima es algo muy bonito, es hermoso. Yo deseo parir, tener esa ceremonia del parto, del desgarro, del grito, de lo animal, de la locura… Porque padre, puedo ser padre de mil formas.
Habrá quien te diga que puedes parir a través de tus obras.
Sí, es cierto. Pero realmente yo no voy hacia una metáfora, no. Yo soy muy real, muy pragmático. Es cierto que todos somos parteras, doulas de las emociones de nuestros amigos o de nuestra pareja cuando intentamos escucharles y les estamos sacando algo porque se están sintiendo a gusto y están hablando, cuando intentamos sacar una información porque nos interesa. Es como hacer un fórceps emocional. ¿Sólo lo físico se pare? Se puede parir una emoción, se puede parir algo que no sea físico, que no salga del cuerpo, sí. Pero yo no voy hacia la metáfora.
Lo tuyo es…
[Interrumpe] Es más visceral, es real. No es como decir: «No, yo acepto que no puedo parir, pero voy a parir mi dolor», así, en abstracto. No. Yo soy real. Y tan real que se va a ver el parto, se va a ver, se va a tocar, se va a oler… [risas].
Parir es una invitación a volver al vientre, un lugar donde no hay inseguridades.
Nosotros estamos vivos. Así que para parir hay que volver al vientre. Desde el inconsciente he creado un concepto nuevo, el metaparto. ¿Quién puede parirse a sí mismo? ¿O quién puede hacer un parto dentro de un parto? Tengo que hacer una introspección de mí mismo para parirme. Para poder parirme tengo que volver a entrar. Pero… ¿Qué va a salir? No lo sé. Como una madre cuándo está embarazada, no sabe lo que saldrá.
Hay que trascender el género, hay que hacer círculos de personas. Yo no me siento mujer pero tengo ese deseo de parir.
¿Cómo se concreta ese volver al vientre?
Ese volver al vientre es volver a ese beso, por ejemplo. El primer beso que me di con una chica del barrio delante de mis amiguitos para que viesen que yo era heterosexual. Tengo que volver a mi primera y última comunión para ver qué pasó ese día. Y eso es volver al vientre; volver al día que me gané un premio jugando a la petanca; volver a mi familia y que todo siga igual y reafirmar que yo he cambiado y estoy feliz, y soy afortunado por ello. Volver al vientre, es volver a ese lugar donde necesitas ir porque era donde te cuidaban, donde te amamantaban y tu mamá te drogaba cuando tomaba un medicamento, fumaba o bebía. Hay que volver a ese vientre, donde te llevaban y te traían, para decidir si realmente quieres quedarte allí o salir.
Puede surgir el miedo llegados a ese punto
El poder está en la valentía. ¿Quién sale sabiendo todo lo que me espera afuera? Si no sé si dejar a mi pareja o no; si no sé si viajar; si no sé si decirle a mi madre que me dolió mucho esto; sí no sé si decirle a mi vecino que le voy a denunciar porque hace ruido. Salir es lo heavy.
La maternidad, que es un tesoro de la mujer, es también un enemigo para ella cuando la introducimos en marcos muy estrechos como el del desarrollo profesional y a veces personal. ¿El mundo sería más justo si los hombres también pariésemos?
Es que la mujer, perdóname, no es la eterna sufridora. A ellas les encanta sentirse en ese papel. La primera es mi madre: «He nacido para sufrir». Me lo dijo una vez y yo le contesté: «Y yo para hacerte feliz. Tú me has parido, junto con papá, para hacerte feliz y cumplir los deseos de los demás». Yo también sufro y soy hombre. ¿Solo le pertenece sufrir a las mujeres? Repito que hay que trascender el género, hay que hacer círculos de personas. A ver, yo no quiero ser mujer, yo no me siento mujer. Pero tengo ese deseo de parir que no es un atributo solo de mujer. ¿O solo las mujeres pueden llevar pendientes o maquillarse? Yo soy hombre, no quiero ser mujer, pero tengo un sentimiento, que a lo largo de la historia que nos precede, se lo han atribuido las mujeres. Yo no tengo útero; yo no tengo ovarios; tengo pechos que no dan leche; no tengo la regla… Pero tengo otras cosas que sí que sienten hombres y mujeres. Hasta mi cuerpo, físicamente, se podría parecer al de una mujer, como muchas mujeres tienen más cuerpo masculino por la genética o por cómo lo han trabajado.
Un grupo numeroso de artistas ha creado obras en las que interpretan el que sería tu embarazo. ¿Qué sientes al verte en esas representaciones?
Para mí es un trabajo de aceptación muy fuerte. La gente me dice: «Qué guay que te pinten. Me encantaría que me hiciesen una exposición y verme ahí». Pero cuando uno se ve tiene que aceptarse. Veo este cuadro y veo mis caderas anchas, con pistoleras; las piernas muy abiertas; me ha dibujado las rodillitas para dentro y todo peludo; y, ¿es así mi sexo? Es verdad que mis amigos me decían que yo tengo los huevos muy gordos, muy grandes. Me llamaban charoláis, que es una raza de toros… Pues me veo y me llego a aceptar. No le voy a decir al pintor: «Quítame esto». Soy así. Y esta es solo una de las obras, pero es que hay otro que me ha dibujado como si fuese un minotauro, una bestia.
No tengo ningún fin ni meta. Me lanzo hacia el futuro incierto, porque si hago un futuro cierto me voy a frustrar.
Finalmente estás embarazo. Lo estamos viendo.
Es muy bonito que todos estos pintores, ilustradoras, dibujantes, vayan a poder moldearme con sus manos. ¿Cómo sería mi vientre con nueve meses de embarazo? Es muy interesante pensar cómo el público al entrar aquí, en esta sala donde estamos, podrá embriagarse de mi embarazo antes de subir arriba al parto.
Un parto en el que no sabemos a lo que nos vamos a enfrentar, porque la tuya es una dramaturgia siempre viva. Por eso es difícil de definir. Aún así te han puesto todo tipo de etiquetas.
Acepto las etiquetas que me ponen, mas no me hago cargo; sí responsable que es muy diferente. Me hago responsable de lo que causo en el mundo, pero no quiero fans. Quiero que caminemos y que sigamos juntos, juntas. Porque si me hago cargo, me hago cargo del fanatismo, de la comodidad de esas personas de no decidir por sí solos. Yo no quiero decidir por nadie. Los líderes conscientes son manipuladores, porque engordan el egocentrismo, yo no. Yo tengo aceptado mi ego. Me hago responsable de lo que hago y lo que digo y lo que causo, que es muy diferente a hacerme cargo.
Tú aceptas las etiquetas, pero sobre el escenario buscas que desaparezcan. Incluso las más tangibles. La desnudez física es una mediación en tus obras.
Claro, porque propongo una penetración directa, prácticamente inmediata. Siempre hay una penetración, no una violación. Yo soy invasivo, mas nunca violo. No tengo un propósito y como no tengo ningún fin ni meta me lanzo más hacia el futuro incierto, porque si hago un futuro cierto me voy a frustrar. Bastante tengo yo con la frustración ya de mi deseo de parir. Como no quiero frustrarme, mejor no ir hacia un futuro cierto sino incierto. Y ahí tengo que aceptar que no sé lo que me va a pasar. Y eso es lo más hermoso y es lo que más me pone, lo que me excita de un acto íntimo es no saber qué va a pasar, por eso no lo ensayo, por eso doy la confianza a mi equipo, no manipulo, no dirijo…
Porque las emociones no se pueden ensayar.
Es que no se puede dirigir una emoción, igual que es imposible improvisarla. Te habitan y salen solas, como una pulsión. Si yo ensayo una emoción que quiero causar en tal momento de la obra, en tal frase, al final eso me va frustrar, porque no va salir. Y no he nacido para pasarlo mal ni para frustrarme, todo lo contrario. He nacido para ser feliz y cumplir los deseos de los demás.
Por eso tantos se enamoran de ti.
Pero es difícil aguantar este amor, porque yo soy muy bestia. Como te enamores de mí nuestra relación va a ser muy power, ahora bien, lo complicado es mantener ese amor, porque yo soy muy bestia, muy, muy bestia, muy visceral, muy kamikaze… Siempre, con, para y desde el amor, eso es muy importante. Nunca con la verdad absoluta, pero sí con amor en absoluto.
Y con mayúsculas */