Que una exposición temporal en el Museo del Prado, la primera pinacoteca de España y una de las mejores del mundo, incluya varios velázquez y goyas, un Murillo o un Zurbarán, cuando en sus colecciones permanentes cuelgan decenas de obras de estos pintores, no deja de ser algo cuanto menos poco llamativo. Si estas pinturas han cruzado el Atlántico después de muchas décadas en Nueva York,y se exhiben junto a otras más de 200 piezas artísticas de procedencia española y colonial de una extraordinaria calidad, que abarcan desde la Prehistoria al siglo XX, el resultado es, además de abrumador, una cita difícil de eludir.
Esta cita, que responde al título de Visiones del mundo hispánico. Tesoros de la Hispanic Society of America, podrá visitarse hasta el próximo 10 de septiembre y continúa la estela dejada por el anterior director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, quien hizo de las exposiciones temporales una de las señas de identidad del museo durante su etapa al frente del mismo, por la altísima calidad y el éxito de público que consiguieron atraer. Pese a que este último componente se tradujo a veces (como en la exposición de El Bosco) en una masificación del museo que entorpecía la correcta visión de las obras y la calma con la que deben ser contempladas, lo cierto es que el Prado volvió a ser para muchos el gran símbolo y el mejor exponente de la cultura española, porque la pinacoteca hizo un esfuerzo de acercamiento a toda la sociedad, al público experto en arte y al simple aficionado o curioso.
La Hispanic Society of America, institución privada fundada en 1904 en Nueva York por el magnate Archer Milton Huntington (1870-1955), atesora la mayor y mejor colección de arte español y de América Latina fuera de nuestro país. A lo largo de su vida, el coleccionista y filántropo viajó a España en varias ocasiones, atraído por la riqueza de su historia y de su arte, y, recorriendo su geografía, fue adquiriendo una ingente cantidad de piezas, todas ellas de la mejor calidad, que trasladó a la institución por él levantada en el Broadway neoyorquino. La salida de todos estos bienes, en total unas 23.000 piezas, hoy un hecho inconcebible que escandalizaría, hay que contextualizarla en el escaso control que entonces existía sobre el patrimonio, el vacío legal y la falta de sensibilización al respecto.
La mayoría de estas fabulosas piezas han regresado a España por primera vez desde que salieron de aquí (aprovechando que la Hispanic ha cerrado dos años por reformas) y se muestran realzadas por un montaje y una iluminación perfectas. La exposición es un recorrido por la historia de España y de la América Latina a través de las creaciones artísticas de cada época, porque se exhiben piezas arqueológicas calcolíticas, joyas ibéricas, mosaicos y bustos romanos, orfebrería y sedas islámicas, piezas de los reinos cristianos medievales, pintura y escultura de los siglos XVI, XVII y XVIII, (con tres obras de Velázquez), ejecutorias de hidalguía con soberbias iluminaciones de los reinados de Carlos I, Felipe II, Felipe III o Felipe IV, manuscritos, incunables y cartas de enorme interés para los bibliófilos o una selección de pintura del siglo XX, con nombres como Beruete, Solana o Rusiñol, entra otras.
Al anunciar hace escasos días el Jurado del Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2017 la elección de la Hispanic Society of America, esgrimía como principales razones que esta institución fue creada para «defender, valorar y potenciar el arte, las tradiciones y la historia de España y Portugal, así como de los países en los que el español y el portugués seguían siendo hablados» y reconocía su papel «en la promoción de la cultura y valores de lo hispano y lo latino, a través de la creación de un museo, una biblioteca y una institución educativa, de acceso público y gratuito».
Cuando el visitante culmina su recorrido por la exposición, después de haber sido recibido por el retrato de Huntington realizado por su amigo Sorolla, saludado a mitad por La duquesa de Alba de negro de Goya y despedido por las alegres muchachas de Burriana pintadas por Anglada Camarasa con toda la luz de Valencia en sus trajes, tiene la sensación de haber recorrido una cámara de las maravillas de difícil repetición. De haber vivido algo único, porque difícil será volver a ver reunidas en España estas joyas que han cruzado el Atlántico antes de volver a su remodelada casa de Manhattan que es un pedazo de lo mejor de España en los Estados Unidos.