Del mismo modo que la energía, que se manifiesta de diferentes formas, puede transformarse pero no surgir de la nada o desaparecer, la locura, que la historia se ha empeñado en esconder detrás de gruesos muros, tiende por sí misma a liberarse. En el primer caso lo dicen –y confirman– las leyes de la física; en el segundo, las de la vida. La diferencia es que mientras que en uno la acción del hombre puede alterar el resultado pero no los principios de la termodinámica, en el otro, la injerencia de quien tantas veces ha jugado a ser Dios puede acabar sentenciando a muerte a la misma vida.
De entre los regalos que nos ha traído durante los meses de otoño/invierno el circuito teatral off de Madrid, tenemos que estar muy agradecidos por creaciones como La liberación de la locura, que tras redimirse con el mismo éxito en otros escenarios ha regresado al del Teatro de la Puerta Estrecha.
Al dejarse sumergir en esta propuesta, desde el primer momento el espectador intuye que va a ser depositario de un tesoro y que quien se lo entrega lo va a hacer sin límites, en una oblación generosa de su dolor y sus miserias. Una propuesta tan arriesgada garantiza que no dejará indiferente a quien acepte el desafío de ponerse ante el espejo.
Si todo trabajo actoral tiene mucho de terapia, de búsqueda interior dentro de uno mismo para llegar a entender las razones del otro, este caso supera cualquier previsión. La liberación de la locura es el resultado de una investigación de su directora, Camila Vecco, diagnosticada con trastorno depresivo mayor y bipolaridad. Su búsqueda por comprender lo que significaban estos juicios le llevó a compartir su historia con personas que pasaron por la misma situación y quisieron abrirse para hacer llegar a otros sus vivencias desde la risa, el dolor o la superación; sencillamente desde la humanidad.
“No soy ni la sombra de lo que fui, pero espero muy pronto ser la gran luz de la sombra que ahora soy». Cuestionamientos existenciales, prejuicios, dolor y esperanza forman parte de la urdimbre de este traje que toma forma a través de la belleza desgarradora de los cuerpos en movimiento, la voz y la música.
Llenando cada semana la sala, desde el Teatro de los Invisibles han conseguido con creces su objetivo de transformar lejanía y rechazo en cercanía y comprensión, contando y difundiendo al público la verdad sobre las personas diagnosticadas con enfermedades mentales desde el arte. Para quien no haya tenido aún ocasión de comprobarlo, la locura vuelve a salir del armario este y cada viernes, hasta el 27 de abril, en el número 94 de la calle del Amparo. Acogerla y abrazarla es terapéutico. Palabra.
REPARTO:
ZAIDA ALONSO – JESÚS IRIMIA – JAVIER PARDO – JÚLIA SOLÉ – LEYRE URQUIDI – CAMILA VECCO
EQUIPO TÉCNICO:
Dirección: Camila Vecco
Ayudante de dirección: Zaida Alonso
Dramaturgia: Camila Vecco y Leyre Urquidi
Escenografía: TEATRO DE LOS INVISIBLES
Iluminación: Sergio Tamayo
Música: Ruy Hinostroza y Jesús Irimia
Diseño gráfico: Josias Buchweitz
Producción: Sergio Tamayo
Fotografía: Corina López de Sousa
Vídeo: Paula Cánovas
Colaboradores: Colectivos Ruido, Flipas y Radio Nikosia, Espacio en Blanco y La Tabacalera de Lavapiés