Pensar es un verbo que se alimenta de tiempo. Por eso, en un mundo acelerado, en el que nos movemos por estímulos inmediatos y recorremos a diario el sendero resbaladizo de lo fugaz, es un placer encontrar un perfil como el de Enrique de Solís (Sevilla, 1989), dispuesto a sacar siempre un hueco para el pensamiento y el intercambio de ideas. La incoherencia programada de la que hace gala nos habla de una nobleza que tiene que ver más con la forma de entender el trato con el otro que con el linaje; de añorar un lugar y obligarse a seguir echándolo de menos; de querer volar alto pero saber tener los pies sobre la tierra… La tarde va cayendo sobre el cielo de Madrid y, desde la habitación de uno de los hoteles más emblemáticos en esta historia de éxito que continúa escribiéndose en la vida de Enrique, vamos desgranando, poco a poco, la vida misma a base de preguntas, silencios y escucha… mucha escucha.
Fotografía: Juan F. López
Don’t be a sheep, be a spider es para ti mucho más que un slogan, es una filosofía de vida que empezaste a practicar desde muy joven. Hubiera sido fácil pensar que tu futuro estaba más o menos escrito por condicionamientos familiares, pero quisiste y supiste tomar las riendas. Lo tenías claro.
Antes que nada, quería decirte que he aceptado esta entrevista porque hacéis algo diferente. Vais a la persona, no al morbo. Por eso le puse fecha rápida. Gracias y enhorabuena por lo que hacéis. También te digo que vengo con cierto miedo, entre comillas, precisamente por no ser el típico cuestionario que podría contestar de memoria sobre mi trayectoria, aunque también hablemos de ella. Pero como me gustan los retos… ¡Aquí estamos para decirte lo que pienso! Si vemos que nos ponemos muy profundos paramos, nos vamos a por un gin-tonic y empezamos el viernes. [Risas]
Gracias por tus palabras y gracias de nuevo por las facilidades para este diálogo.
En relación a tu pregunta, yo no sé si lo tenía claro. Soy el más pequeño de mis hermanos, mis padres se separaron pronto y viví situaciones duras. Eso condiciona. Además, lo que hacia fuera puede parecer una vida cómoda es, a veces, todo lo contrario, porque son todo problemas. Siempre cuento a mi entorno más cercano algo que me pasó y que hoy comparto con vosotros. Con 16 años tuve una novieta que venía de una familia muy humilde, con unos padres súper trabajadores. Ella se pasaba el día diciéndome: «Yo no estoy a tu altura. Yo no tengo nada hecho en la vida. Tú lo tienes todo…». Me lo repitió tantas veces en los cuatro o cinco meses que estuve con ella que acabó por quemarme y me dije a mí mismo: «Voy a plantearme si realmente tengo todo hecho en la vida o no y a cada cosa que parezca que es así le voy a dar una vuelta. Me voy a machacar y a currar por todo lo que quiera». Por eso, cuando vi el acomodamiento que te produce una ciudad tan bonita como Sevilla, porque es innegable que en Sevilla se vive muy bien, decidí irme fuera, primero a Madrid y luego a diferentes países para empezar desde cero.
¿Qué facetas de spider se reflejan mejor en tu personalidad?
Ese slogan, que comparto con mi socio Gonzalo [Yuste], es un modo de vida. Estamos tan rodeados de mediocridad que tú mismo te vuelves mediocre, porque acabas yendo a lo fácil. Es más cómodo no destacar, no sobresalir, poder elegir una opción u otra y quedarte siempre con la más simple. Cuando, ante algo, me surge la duda de «lo hago o no lo hago» yo me lanzo a hacerlo. Arrepiéntete de lo que has hecho, no de lo que no has hecho. Siempre estoy abierto a conocer a personas, a viajar, a descubrir… Por ejemplo, en gustos musicales mi entorno se sigue impresionando. Me gusta Extremo Duro igual que escucho música clásica y también electrónica. Hemos nacido en una sociedad que prejuzga mucho, te pone una etiqueta y pareces un producto desde el minuto uno. A mí me ven de traje y automáticamente me identifican como empresario, aburrido, distante, prepotente… Luego, cuando me conocen y me tratan, dicen: «Pues, Enrique tiene algo de especial. En todos los sentidos. Se sale de la norma y de lo que a priori podría estar establecido».
Estamos tan rodeados de mediocridad que tú mismo te vuelves mediocre, porque acabas yendo a lo fácil. Arrepiéntete de lo que has hecho, no de lo que no has hecho.
La country manager de LinkedIn en España, Sarah Harmon, dice que cuando entrevista a candidatos para un puesto siempre les pregunta por su fracaso más significativo, porque en el fracaso también está la innovación. ¿Tú has experimentado el fracaso?
Supongo que sí lo he experimentado. Vivimos en un país como España donde se critica mucho el fracaso y se le tiene mucho miedo. Poco a poco se va cambiando esa mentalidad. Hace diez años dejar tu trabajo para emprender era una locura. Ahora emprender es la nueva moda. Ese camino lo hicieron bastante antes en Estados Unidos. De los errores se aprende y el fracaso es algo esencial en la vida. Fíjate en algo muy sencillo. Cuando te caes de pequeño aprendes rápidamente que te haces daño. Yo no he experimentado un gran fracaso pero sí muchos pequeños fracasos que han hecho que vaya corrigiendo errores. ¿Cuáles? No tener tanta paciencia, querer ver resultados muy pronto, esperar cosas de personas que viven en tu entorno y de las que luego, en realidad, te das cuenta de que no tienes que esperar nada… No sé, ahora vivo mucho más tranquilo.
Todo empezó en Sevilla pero, a veces, hay que poner distancia con lo que queremos para añorarlo y volver. ¿Qué fue y qué es hoy para ti esa ciudad de la que en un momento determinado tuviste la necesidad de salir?
¡Pregunta compleja! Sevilla es una ciudad que te lo da todo. Se vive muy bien, conoces a gente súper interesante, te hace ser de una manera especial… Tenemos la visión de intentar disfrutar de la vida, el sentido del humor, la apertura mental. Te da muchas cosas, tanto buenas, como malas. Como te decía, una de las malas, desde mí punto de vista, es el acomodamiento. Se vive muy bien y, si es lo que quieres, te puedes conformar con un trabajo de nueve a tres, tu dinerito para vivir, tú cervecita por la tarde, pensar en tener una mujer e hijos… ¡Y ya está! A lo mejor eres mucho más feliz así que de la manera en la que yo pienso pero, de esta forma, bajo mi punto de vista, llegaría un momento en el que me daría cuenta de que ha pasado la vida y no habría alcanzado mis metas. Cuando tienes ciertas ambiciones y te vas marcando retos tu mente nunca descansa. Creo que siendo así los momentos de placer se disfrutan mucho más pero, al mismo tiempo, eres como una montaña rusa.
Sevilla te da una manera de comprender todo que o eres de allí o no se comprende. Ahora la veo con el cariño de pensar que gracias a ella soy así.
Probablemente eso también te lo ha dado el ser sevillano.
A Sevilla la llevo en el corazón. Ha sido parte de mi vida, de mi infancia, mi familia, mi casa, la Semana Santa, la Feria… Te da una manera de comprender todo que o eres de Sevilla o no se comprende. Ahora la veo con el cariño de pensar que gracias a Sevilla soy así. Cuando voy sé que allí tengo una joya. Y eso que voy poco, a lo mejor una vez al mes o cada dos meses. Aún así hay gente que todavía se cree que vivo en Sevilla. Pero no. Para mí Sevilla es como un postre muy goloso que te permites el lujo de tomarlo de vez en cuando. [Risas]
Manuel Chaves Nogales, reflexionando sobre una idea de Edmondo de Amicis acerca de las ciudades eternas dice que en Sevilla no se envejece, porque es de esos lugares donde, desde hace muchos siglos, suenan del mismo modo unas mismas campanas. Es una ciudad de tradiciones y contrastes. ¿Te aplicarías ese maridaje como sevillano?
Sí. Absolutamente. Yo creo que si hay algo que me define es, un poco, mi incoherencia programada. Yo soy como soy. Me dejo llevar y, dentro de mí, creo que soy bastante coherente y bastante responsable con todo lo que hago. Pero choca un poco que de repente pueda estar en la Feria, como un buen sevillano y siendo más sevillano que nadie, y pueda pasar un mes en África, sin tener nada que ver con Sevilla y ni nombrarla. Creo que en el contraste, en el conocimiento y en la apertura de mente es donde está la inteligencia. Hay muchos tipos de inteligencia, pero uno de ellos es ese. Te hace tratar a mucha gente, te hace aprender mucho de ella.
Las relaciones humanas son un intangible muy valioso.
Cuando me fui a África dos meses a trabajar a una ONG mi madre me decía: «¿Para qué quieres ir a África si puedes hacer lo mismo en Sevilla o en Madrid?». Evidentemente, ¡y ojalá lo hiciera todo el mundo! Pero cuando acabas estás en tu casa, mientras que si te vas allí ayudas de la misma manera que lo harías con una persona necesitada en España pero, en esos dos meses, te planteas muchas cosas. Yo creo que te haces persona en base a las experiencias y a quién tratas. Esa es la clave para mí. Pero, claro, no hay una asignatura en el colegio o en la universidad que te obligue a viajar o a relacionarte con gente completamente diferente a tu entorno, tu manera de pensar, tu religión o tu condición política.
Si hay algo que me define es, un poco, mi incoherencia programada. Creo que en el contraste, en el conocimiento y en la apertura de mente es donde está la inteligencia.
Además, viajar es la mejor manera de romper prejuicios. A ti te gusta la etiqueta, pero no las etiquetas, con todo el estereotipo simplón que representan. Sin embargo, como has dicho antes, las sufres a menudo.
Las etiquetas en Sevilla son salvajes. En Madrid también, porque es muy elitista. Pero lo que no te mata te hace fuerte. Llega un punto en el que te vuelves incluso un poco frío y no te afecta casi nada. Soy humano. Sí, he sufrido, me han hecho daño. Pero al final te das cuenta que nada es tan importante. Hay dos tipos de personas, las que se hunden y las que dicen: «de esta me levanto más fuerte».
¿Cómo integra un hombre moderno como tú la tradición?
La tradición tiene cosas muy buenas y cosas muy malas. Ahora mismo estamos en un momento socialmente complicado. Parece que hay que tener mucho cuidado con lo que se habla, cómo se habla y dónde se habla. La tradición, si no hace daño a nadie, creo que es buena. Sevilla, en concreto, es una ciudad de muchas tradiciones. ¡Y qué no se las toquen, porque son sagradas! Pero todo es muy complejo. El ataque a creencias religiosas como la Semana Santa desde ideologías antisistema, las críticas a la bandera española en ciertos sectores en Cataluña… Parece que, para algunos, la filosofía es: «Voy a romper la tradición porque es lo que toca». Se está llevando todo a un extremo preocupante.
No todo es blanco o negro.
Es verdad que hay salvajadas en algunas tradiciones, pero eso no tiene que ver con todas. Cuando se lleva 300 o 400 años haciendo una misma cosa, en un mismo círculo, se ve como normal. Hay que tener la capacidad y la inteligencia emocional para analizar desde otra perspectiva los hechos. Yo creo que tengo una mezcla de ambas. Ante ciertas cuestiones intento mirar desde fuera y preguntarme: «Oye, ¿esto es normal?».
La crítica a los legados también aparece recurrentemente en la agenda social y a veces en la institucional. Hay, por ejemplo, diputados sentados en las Cortes que cuestionan la Monarquía.
Y muchos de ellos lo hacen sin razonar las cosas. Hay mucha gente que habla sin tener ni idea. Yo antes también lo hacía; me sonaba la película y hablaba. El aprendizaje mayor que me llevé cuando cursé mi MBA fue entender que tenía a gente mucho más inteligente que yo al lado: un número uno en economía, un número uno en matemáticas, en análisis financiero… Yo solo hablo ya si estoy al 100% seguro de lo que voy a decir. Es muy fácil caer en la demagogia. El populismo toca eso. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos y Venezuela suelo escuchar automáticamente que Trump es un cabrón y que el chavismo no es una dictadura. Yo, cuando no vivo en un país no hablo de él. Lo que sí que puedo hacer es aproximarme a todos mis amigos venezolanos o americanos y preguntarles. Tengo diez amigos en Venezuela que proceden de lo que llamaríamos clase alta y están jodidos, pero es que otros tantos más humildes están más jodidos todavía. Entonces es cuando te planteas las cosas. Todos los días escuchas conversaciones sin fundamento sobre esto. ¡Hablar es gratis! Y con las redes sociales más todavía.
Solo hablo si estoy al 100% seguro de lo que voy a decir. Es muy fácil caer en la demagogia.
Y siempre se aprende más escuchando.
Sí. Entre otras cosas, Dios nos dio dos oídos para escuchar el doble de lo que hablamos.
Volviendo a hablar de etiquetas, una que también te ponen es la de emprendedor, aunque en este caso creo que buena por lo que encierra de reconocimiento y de verdad. ¿Cómo ves el ecosistema emprendedor en España actualmente?
Emprender es ahora cada vez más fácil, pero lo importante no es que te ayude la Administración o no. Si el plan es bueno tendrá futuro, ya sea porque te apoye el Gobierno o el que tengas al lado que crea en ti. Una buena idea, con un buen equipo, va a salir al 100%. ¡Lánzate a por ella! La cosa es saber distinguir qué es una buena idea y qué es un buen equipo. A la hora de analizar el ecosistema emprendedor lo increíble es ver cómo ha evolucionado en sí la percepción del propio hecho de emprender. ¡Por fin está bien visto! Gracias a eso ahora la gente se atreve a llevar a cabo sus proyectos. Antes lo más normal es que te dijeran: «¿Estás loco? ¿Pero qué estás haciendo con tu vida?».
Vivimos inmersos en nuevas formas de consumo dentro de un mundo hiperconectado. Prácticamente podemos tener todo al instante. Muchos sectores tradicionales miran con recelo o directamente se oponen a estos cambios porque los consideran un ataque a su negocio. Podríamos hablar de la guerra de los taxis con los VTC pero también se da en el sector hotelero, donde se pide regular mejor formas de economía colaborativa como AirBnB. Tú has demostrado que la competencia solo es un estímulo y que siempre hay un público diferente que busca lo especial.
Efectivamente. Nuestros hoteles van bien, estamos creciendo. Abriremos en Barcelona y nos lanzamos a Portugal con Oporto y Lisboa. ¿El sector hotelero es maduro? Sin duda, de los más maduros. ¡Y ahí entramos nosotros! ¿El sector del retail de la moda en España es maduro? Súper maduro, porque vas vestido desde tu nacimiento. Y ahí estamos con una ampliación de capital en The Seëlk, levantando medio millón de euros a través de las tres efes (Friends, Family and Fools) para llevar la marca a un paso superior. Yo estaba contento con las corbatas pero al final la marca te lo pide, te lo exige el propio público. Es un quebradero de cabeza más y no sé cómo me he metido ahí pero se unen socios y surgen inversores pequeños que creen en mí y en el negocio. Cabe pensar que puede ser un poco locura por lo que decíamos, es un mercado maduro. ¡Pero hay un hueco! Siempre hay un hueco. Se trata de hacer las cosas de manera diferente. No hay que pensar en «es que si eres Google o Amazon es muy fácil». Hay que poner los ojos en la esquina de tu calle, en tu barrio, en tu ciudad… Y a partir de ahí seguir creciendo. Es más fácil, entre comillas, si piensas que todo es mejorable. Lo repito, siempre hay hueco para las ideas de verdad. Mira el ejemplo de Sandro [Silva] con su Ten Con Ten. Uno se pregunta «¿Pero cómo va a abrir otro restaurante al lado en la misma calle y no van a rivalizar? ¿Y otro más?». ¡Da igual! Él siempre aporta valor al cliente que está dispuesto a pagar por lo que hace. A veces no hay que hacer una disrupción, basta con pensar en una mejora de producto. Si creas algo diferente y que aporta cierto valor añadido tendrás respuesta.
Siempre hay hueco para una buena idea. Se trata de hacer las cosas de manera diferente.
Es lo que hacéis vosotros con los hoteles. El de Sevilla, por ejemplo, no es uno más al uso como tantos otros de los que está llena la ciudad. El tratamiento del lugar marca la diferencia.
Partimos de la propia historia del edificio que había sido un colegio y un convento de monjas. La esencia de One Shot desde el inicio es respetar la ciudad donde está el hotel, el barrio donde está el hotel, la casa donde está el hotel, la fachada donde está el hotel… Por eso tenemos cuatro en Madrid y cada uno es único. El de Sevilla tiene muchos detalles: el mármol propio del edificio, el artesonado, el escudo de la familia… El barrio de la Alameda, donde se ubica, aúna ese toque de tradición e innovación. Es mi barrio preferido de Sevilla. Los interioristas con los que trabajamos y el arquitecto se empaparon la historia del edificio entera. Prepararon 30 folios para reflejar exactamente lo que queríamos transmitir, esa esencia de Sevilla con esa novedad de Sevilla. Este no es el típico hotel. En el momento en el que intentas hacer un hotel sevillano en Sevilla estás abocado a forzar el tópico y que no sea natural. No es el caso.
¿El haber nacido y crecido en una familia con inquietudes artísticas ha influido en tu sensibilidad estética?
Sí. Nacer en un entorno de interés por la cultura y el arte ayuda, aunque no siempre tiene que ser así. Tengo hermanos que son muy forofos del arte y otros que le dan menos importancia. Yo, particularmente, no me interesé por este mundo a una edad temprana. Desarrollé esa sensibilidad más tarde. Cuando vivía en París, Londres o Nueva York muchas tardes me iba solo a los museos. Algunos lo pueden considerar una afición rara, pero te abre mucho la mente y te hace aprender y valorar otras cosas.
Y eso se plasma también en vuestra apuesta por el arte desde los propios hoteles.
Desde el inicio de One Shot creamos One Shot Projects, una idea para apoyar a artistas. Nuestras habitaciones se decoran con fotografías de artistas de España y de todo el mundo. Se realiza un concurso anual y los ganadores reciben un premio con su imagen y se alojan en una habitación con sus fotos. Todo forma parte de una filosofía. Creo que estamos haciendo el camino correcto. Es bonito y divertido.
Sois hotel oficial de PHotoESPAÑA.
Sí, efectivamente. Era una apuesta de riesgo. Para nosotros no era fácil acceder ahí. Queríamos ser un hotel de fotografía y buscamos asociarnos con el mejor compañero de viaje. No hay otro como PHotoESPAÑA. Muchos hoteles con más dinero no han llegado ahí. Me encanta ese partnership colaborativo entre ambas marcas. Es fantástico. Hemos aspirado a lo máximo y ojalá nos mantengamos ahí muchos años.
En mi proceso creativo es clave observar y rodearte de los mejores.
Aristóteles defendía que no hay ideas innatas, no existe nada en la mente que no haya pasado antes por los sentidos; y es la razón la que nos permite ordenar esas sensaciones. Traigo esta reflexión para preguntarte por tu proceso creativo. El de la empresa es también un arte. ¿Cómo es ese camino desde que tienes una idea hasta que la ves realizada?
En mi proceso creativo es clave observar y rodearte de los mejores. Tienes que observar mucho. Yo estoy constantemente observando allá donde vaya. Observo todo lo que veo: observo los edificios; observo a las personas, cómo se comportan, qué hacen, qué no hacen… Hay ciertos detalles que son innatos en mí y que me definen. Pero el resto me los aportan el viajar, el leer mucho, el informarme y el no dejar nunca de aprender y de prepararme. Tienes que estudiar todos los días de tu vida. Luego juega un papel fundamental también mi equipo. Hay veces que soy yo más la parte creativa, otras que es mi socio, otras que es el equipo del que nos hemos rodeado…
Con vuestro trabajo contribuís también a crear marca España. Un orgullo y una responsabilidad.
¡Es maravilloso! Nosotros seguiremos trabajando para que más gente conozca España. Nuestro país va a seguir creciendo en turismo y esperemos que sea de calidad. Vivimos en un lugar envidiable y, a veces, los que menos lo valoramos somos nosotros mismos. Por eso yo soy anti separatismo en todos los sentidos. De Galicia a Andalucía, Cataluña, el País Vasco, Murcia… ¡Esto no lo cambiaba por nada! Cada comunidad autónoma es única.
Hemos hablado antes de estas nuevas formas de conectividad, movilidad y economía colaborativa. ¿Las integras en tu vida?
Sí, aunque con matices. Siempre llevo libreta y papel. Odio el iPad, no lo tengo. Aunque a diario consumo noticias por Internet leo libros y periódicos en papel. Nunca leería un libro en un iPad o en un Kindle. ¡Ojalá nunca desaparezcan los libros! Ese olor, el tacto de las hojas… En cambio, el otro día cogí por la mañana un coche eléctrico de carsharing, luego un VTC y acabé llegando a otro sitio en un patinete. Estoy a favor de que las ciudades evolucionen y se replanteen la movilidad. Este tipo de ideas son positivas siempre y cuando se cumpla la ley y no se hagan locuras. El problema es que muchas veces se implanta la idea y luego se regula a posteriori, como en el caso del patinete. Pasa lo mismo con el tema de los alojamientos. Para mí AirBnB es positivo, pero siempre con un razonamiento: es necesario que haya regulación. Hay que cuidar aspectos tan importante como la seguridad o la convivencia de los vecinos.
Vivimos en un lugar envidiable y, a veces, los que menos lo valoramos somos nosotros mismos.
¿Qué vislumbras cuando miras al futuro?
One Shot está en un momento muy bueno. Han sido años muy duros desde su creación pero parece que la expansión en España se estabiliza. Ya no somos un hotelito, somos nueve, diez con Barcelona. Estamos a punto de cerrar un par de operaciones más en España, en ciudades premium en las que no estamos y la expansión en Portugal, que la está llevando mi socio, en la mejor zona de Oporto y de Lisboa con cuatro estrellas superior. Queremos montar también un restaurante, quizá con una estrella Michelín. En fin, buscamos mejorar nuestros productos cada día. Cuando creas el primer hotel te pueden copiar la idea, pero tú tienes la esencia, la marca, el know-how. Queremos ver si nos metemos también en apartamentos, edificios enteros de apartamentos chulos en Madrid, con un valor añadido brutal. Tampoco te adelanto mucho porque son todo planes, pero no paramos de pensar. Y con The Seëlk estamos planteando esa captación de inversiones que te contaba antes. Queremos dar un paso más para crear un concepto de moda masculina único, un concepto de experiencia de compra especial, muy apoyados en el online pero con algo de offline. Estos son ahora mismo mis principales proyectos de futuro.
Y los afrontas con la práctica ya de estos años en los negocios y con esa experiencia de la vida que nos has transmitido también en este diálogo. Creo que ahí está también parte del valor añadido que aportas a tus proyectos, en el trato humano.
Al final todos somos iguales, con nuestros defectos y nuestras virtudes. Creo que una de las cosas más complicadas en la vida es saber estar en cada momento a la altura de la persona que tienes enfrente para que no se sienta ni mejor ni peor que tú. Es tan sencillo y tan complicado como actuar con naturalidad. Si haces empequeñecerse a la otra persona eres un gilipollas porque te crees alguien. Si te empequeñeces tú también eres un tonto, porque no tienes por qué sentirte más pequeño. Todos somos iguales… ¡y todos somos únicos!
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