Rubén Tejerina: «La principal característica de la poesía es poder acotar en palabras lo indefinible de la vida»

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«Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde», confesaba Gil de Biedma a través de sus versos. Rubén Tejerina (Sevilla, 1979) eso lo descubrió muy pronto. Los numerosos premios que desde joven cosecha no han allanado el terreno de este artista al que (adoptando el lenguaje de los nuevos gurús) podríamos denominar un profesional 360º de lo suyo. ¿De qué entonces? Un poco de (casi) todo lo que rezuma cierto gusto estético al servicio del género humano. Desde el balcón de su poesía y la rotundidad de sus aforismos comparte su visión de un mundo que sabe que casi nunca es de color de rosa, a veces dibuja negro y, si se deja, rescata con los tonos cálidos de la cotidianidad. Su prolija obra es el mejor sumatorio de sus extrañamientos vitales que desgrana también en nuestro diálogo.

Fotografía: Juan F. López


Para definir tu profesión te han llegado a llamar muerto de hambre.

Cuando mi amigo Elio González, también actor, se vino a compartir casa conmigo su padre le preguntó con quién iba a vivir. Él le explicó: «Es un colega que es actor, es escritor, es poeta, es director…». El padre le respondió: «Vamos, un muerto de hambre, como tú». A raíz de eso hicimos un vídeo con una reflexión sobre nuestra profesión. Se llama así, Muertos de hambre. Tiene ya más de un millón de visitas en Youtube. Ahí nos preguntamos qué significa ser artista. ¿Cuándo pasas de ser considerado por la sociedad un muerto de hambre a ser considerado alguien digno merecer dinero por lo que hace?

Poeta, dramaturgo, guionista… Forzando la comparación podríamos decir que eres un hombre del Renacimiento. Pero es que hace falta diversificar mucho para ganarse la vida. Además, el arte no entiende de límites.

Hoy en día es posible ganarse la vida como artista, pero haciendo todo eso a la vez. Al final creo que, realmente, todo que he hecho es lo mismo. Para mí todo son maneras de contar historias, sea a través de la música, la fotografía, un poema, el guion de una película, un cortometraje o la dramaturgia de una obra de teatro. Lo único que he tenido que hacer es aprender la técnica para poder desarrollar cada una de esas facetas artísticas.

¿Cuándo pasas de ser considerado por la sociedad un muerto de hambre a ser considerado alguien digno merecer dinero por lo que hace?

Cuando pensamos en un artista tendemos a visualizar la parte bohemia. Detrás hay todo un universo de dificultades. Por eso vuestra profesión es pura vocación. Entiendo que hablamos de un proceso vital que te envuelve. ¿Cuándo supiste que te ibas a dedicar a este mundo tan indescriptible como gratificante pese a todo?

Buena pregunta. Yo no había escrito antes. Empecé con 16 años. Los primeros premios de poesía llegaron a esa edad. Vine a Madrid, como muchos, con la firme intención de estudiar una carrera, Historia del Arte. Pero a los dos años decidí que mi vocación estaba por encima de la responsabilidad que suponía para mí dar respuesta a la inquietud que tenían mis padres al pensar con qué me iba a ganar la vida. A partir de ese momento comenzó mi etapa vinculada a la hostelería y al arte. Como yo, creo que todos los artistas hemos pasado antes por ser camareros, encargados de bar, etc. Pero, desde hace ya bastantes años a esta parte, mi vida está dedicada a esas facetas artísticas de los que hablábamos antes. Cuando no publico un libro estoy viendo un guion y, si no, dirigiendo teatro o preparando un cortometraje. Los recursos económicos vienen de uno y otro lado.

Como decías, al final todo se reduce a contar historias. Pero debes de tener una mente muy camaleónica para pasar de uno a otro registro. No es lo mismo buscar la risa en un guion cómico que tocar el corazón con un verso. ¿Cómo transitas entre esos mundos?

Fíjate que, siendo compartimientos estancos, unos oxigenan a los otros. Por ejemplo, siempre tengo en paralelo a lo que esté haciendo la escritura de un libro. Esa ha sido la constante desde hace ya unos siete u ocho años. He publicado ya más de nueve libros. O puedo estar escribiendo teatro y, a la vez, preparando un personaje y el guion de un largometraje. ¿Cómo me organizo? Creo que, además de que probablemente unos proyectos beben de los otros, el azar actúa para que si en el guion estoy hablando de algo aparezca ese perfume en mis poemas. He dado con esa dinámica de trabajo en la que puedo alimentar un proyecto avanzando en otro.

El efecto que tiene la poesía en el público pertenece a la esfera de la experiencia personal pero, ¿de qué le sirve la poesía al poeta?

Alguien decía que la poesía sirve para entender el mundo. Yo te diré que la poesía me sirve para entenderme a mí. Muchas veces escribo para leer qué me pasa. No sé si tendrá un efecto terapéutico o sanador en el lector pero, desde luego, creo que para el escritor sí lo tiene. Más allá de la necesidad imperiosa de escribir por querer contar a los otros lo que te pasa, existe la necesidad de escribir para contártelo a ti mismo. Todos los libros de poesía que tengo hasta el momento, como no puede ser de otra manera, están escritos en un momento vital importante en mi historia y, por lo tanto, teñidos de esa sensación que estaba viviendo; al margen de que haya una voz común en todos, o un estilo común que es el que tengo y es en el que me muevo, porque mi poesía siempre tiene ciertos toques de agresividad, o de violencia, o de animalidad, o incluso creo que de asepsia. En cierto modo, cuento las cosas sin estar dentro de lo que está pasando, sino viéndolas desde fuera, como el cirujano que está intentando operar el corazón y no es él quien padece la dolencia. El poeta tiene una especie de suerte, es como abrir las tripas sobre la mesa de autopsia y ver qué color tienen.

La poesía me sirve para entenderme a mí. Muchas veces escribo para leer qué me pasa.

Tus obras nacen de ese momento importante en tu historia pero, una vez publicadas, otros las reciben otros y les dan nueva vida a través de sus interpretaciones. Era Heidegger quien, al leer a Rilke, decía que «donde no llega la voz del filósofo, aparece la del poeta». Qué responsabilidad la de influir en la vida de las personas.

Hoy en día, con la interrelación que podemos tener con los lectores por medio de las redes sociales, acabas enterándote de quién leyó tu libro en un momento de separación, a quién le ha ayudado con la muerte de un familiar… Me han pedido poemas para dedicar en bodas, para poner en esquelas, para mandarlos por carta a alguien que querían conquistar; incluso me han pedido versos para tatuárselos en la piel. El poder de la poesía y de la palabra está ahí y uno es consciente de eso. Creo que la principal característica de la poesía es poder acotar en palabras lo indefinible de la vida. Poder ponerle una cara tangible, real, concreta a algo que la gente siente de una manera ambigua, e inconcreta. Por ponerte un ejemplo, es como la sensación de familiaridad que uno experimenta cuando tiene frío y llega a una casa donde le acogen, y agarra la taza caliente, y el calor le da en la mano, y se siente reconfortado. El poeta es capaz de poner todo ese conjunto de sensaciones en una frase y eso hace que el lector pueda identificar cómo ha sentido eso también en algún momento.

La RAE define la poesía como manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra. Pero la poesía es esa manifestación de la vida. Y la vida no tiene por qué ser siempre bella. También se canta a lo doloroso, al trauma. ¿Cómo se puede transformar en belleza el dolor?

La daga más hermosa te puede quitar la vida. También puedes estar detrás de un cristal viendo un tigre de Bengala y a la que no haya cristal ese animal te va a arrancar las tripas. Esa es la dualidad que se establece en la poesía. Creo que es como poner veneno dentro del frasco más hermoso que exista para para poder observarlo, cuando a lo mejor no le correspondería estar dentro de ese envoltorio. La poesía ya no es solo lo que se dice, sino cómo se dice. En gran medida, la poesía debe mirar cómo dice las cosas.

Aunque siempre ha tenido su público hay quien habla del actual como un momento dulce para el género. Es cierto que ahora hay más sellos y nuevos lectores que demandan sus publicaciones. Se dice muchas veces que la gente joven no lee, pero hay mucha gente que lo hace y es a través de la poesía.

Lo que estamos viviendo, y con esto no descubro nada, está vinculado a dos fenómenos. Uno, el mundo de la canción de autor y los compositores en general. Ismael Serrano, Jorge Drexler o Leiva despiertan el fenómeno fan, con un público que busca letras en las que ampararse más allá de la música. Por otro lado tenemos las redes sociales, que además de universalizar la palabra y hacerla más posible, o sea, la ponen al alcance de muchísima más gente, hacen que hoy en día la poesía viva un momento único. Aun así creo que es algo de lo que podríamos hablar horas. Yo llevo escribiendo desde los 16, tengo 39 y a mí, todo esto que está pasando me está afectando relativamente. Escribí antes y escribo ahora. Con mis últimos cuatro libros no he notado una variación significativa en los índices de ventas. El momento que se vive es realmente paradójico. No es poesía todo lo que se publica como tal. Mientras exista un público que quiera consumir ese tipo de publicaciones las editoriales seguirán haciéndolas, por supuesto. Lo que pediría es que se preocupen de promocionar a sus autores, no solo a los que están reventando las cifras de venta; que impulsen también nuevas carreras y a los jóvenes escritores que pueden ofrecerle a ese mismo público una poesía de calidad.

No es poesía todo lo que se publica como tal. Mientras exista un público que quiera consumir ese tipo de publicaciones las editoriales seguirán haciéndolas, por supuesto.

Abunda la poesía «de tatuaje».

Totalmente. Pero no sé hasta qué punto a las personas a las que estás invitando a leer esas publicaciones tan «fáciles», por llamarlas de alguna manera, les estás abriendo la puerta para que lleguen a Luis Cernuda a Miguel d’Ors, a Fernando Beltrán, a Carlos Marzal, a Benítez Reyes, a Antonio Colinas, a Vicente Valero…

Hablabas de esa nueva relación entre el autor y su lector a través del mundo virtual, pero sigue existiendo la necesidad de la relación directa.

Sí, prueba de ello son las presentaciones. Con mis libros anteriores hemos conseguido llenar las FNAC en Madrid y Barcelona para dar recitales. Luego está el movimiento alrededor de la poesía en ciertas salas. Hace años hubiera sido impensable decirle a alguien que ibas a poder ir a un bar por la noche a tomarte un gin-tonic y escuchar cómo recitan poesía.

El poeta plasma en versos vivencias que se quedaron en el corazón. Ahora que almacenamos en nuestros smarthphones toda nuestra historia las nuevas generaciones de poetas tendrán que afrontar de manera distinta su forma de dar vida a esos recuerdos tan presentes y quizá menos idealizados.

Yo creo que lo que me estás preguntando es si sentimos de la misma manera o si lo podemos explicar de la misma manera… No sé, creo que en los saltos generacionales siempre hay algo de destilar un poco lo que se estaba haciendo en las generaciones anteriores para ofrecer una nueva voz, un nuevo licor, un nuevo perfume. Lo que encuentro especialmente diferente en las voces más jóvenes con las que me he encontrado es que traen poca lectura a cuestas. Es gente que está empezando a escribir sin apenas haber leído. Indiscutiblemente, no tienen un bagaje temático, de vocabulario. No han transitado por musicalidades diferentes para saber cuál es la suya. Yo creo que al final uno decide cuál es su voz propia o la voz propia le decide a uno como imponiéndose porque ha sido ha sido capaz de pasar a través de la lectura por muchas otras diferentes para decir: «No, la mía es esta en concreto».

De Apnea se dice que es un libro que hay que digerir poco a poco porque te puede dejar un poco con la angustia propia de enfrentarte a situaciones en las que o te puedes ver reflejado o percibes mucha dureza. Tú estilo en poesía, tan incisivo, no es algo para lo que estén preparados todos los públicos.

En mi caso, no existe un personaje poético. No escribo como creo que le va a gustar más a lector y no escribo intentando que las editoriales se fijen en la poesía que hago. Creo que dentro de las corrientes que más se llevan hoy en día, la poesía que aparece en los libros más vendidos y que parece que es la que la gente disfruta más, es una poesía que yo no podría hacer, que yo no sabría hacer y que difiere mucho de la poesía que yo hago. No me he planteado nunca ponerme ningún disfraz a la hora de escribir. Mi poesía intenta ser dura, intenta ser directa, intenta ser honesta, intenta ser llana e intenta reflejar cómo percibo la vida. Creo que vivimos en un momento en el que todo está edulcorado. No le puedes decir a un amigo: «Has sido un hijo de puta porque has hecho esto y no lo esperaba». No puedes decirle con franqueza a alguien: «Esto que estás haciendo no está bien». Todo es un momento happy. En las redes sociales todo es quererse, todo son corazones. Tampoco creo que tengamos que vivir en un mundo hostil, ni que debamos rezumar agresividad ni enemistad por todos los lados, pero… Decía Bukowski en una frase que he leído hoy algo así como que la vida será todo lo apacible que tú le dejes ser. Y hay momentos en los que tú le permites que sea muy apacible y otros en los que no, porque la propia vida también te juega las cartas de maneras diferentes. Puedes levantarte un día y no estar bien. No todo tiene que ser perfecto. Puedes tener problemas y puedes enfrentarte a ellos. Lo que sí está claro es que cuando le pones nombre al monstruo, el monstruo desaparece.

En mi caso, no existe un personaje poético. No escribo como creo que le va a gustar más a lector y no escribo intentando que las editoriales se fijen en la poesía que hago.

Mister Wonderful ha hecho mucho daño.

Vivimos en un mundo en el que el umbral de permisibilidad del sufrimiento está muy bajo. No pasa nada, estamos aquí para luchar y para vivir; y si algo no está bien, lo vamos a decir y lo vamos a contrarrestar. Toda esta filosofía de Mister Wonderful de qué bonita es la vida, levántate con una sonrisa, ama al de al lado… Todo eso está bien, pero si te está enseñando también el aguijón del escorpión al lado, que también existe. Suelo publicar un aforismo al día en las redes e intento solapar los optimistas con los que son un poco más melancólicos o nostálgicos. Pienso en las personas que me leen. Yo le puedo decir a alguien: «No corras, el problema no existirá». Pero es que, a lo mejor, esa persona tiene a un hijo con cáncer en el hospital. Quiero decir que la vida es sombra y la vida es luz. Hablemos de la sombra y de la luz. No eludamos la sombra y hablemos solo de la luz.

¿Cuál crees que es la urgencia cultural del país? Si tuvieses ahí al ministro de cultura, José Guirao, ¿por dónde empezarías?

Podríamos hablar de muchas cosas, como del IVA al teatro que nos ha estado asfixiando hasta hace muy poco. Pero voy a ir a algo muy concreto. No sé de qué manera se han llegado a gestionar las cosas hasta alcanzar el punto en el que este, que es mi último libro… [Toma entre sus manos la obra y se queda pensativo]. Este libro cuesta 15 euros y por cada ejemplar que se vende yo cobro un euro y medio. ¿En qué momento la industria ha llegado a que el creador sea la persona que menos cobre de la comercialización de obra? Las grandes superficies que vendan mi libro ganarán cuatro veces más que yo. No te hablo ya de la pequeña editorial, que lucha por un proyecto cultural. Ellos no son los máximos beneficiados ¿Pero en qué momento la cultura está en manos de los comerciantes y no de los autores? Es imposible que yo pueda vivir de la poesía con unos márgenes así. Creo que es algo que el lector no sabe.

Hasta hace no muchos los premios eran de las pocas plataformas para poder dar el salto y llegar a publicar. Ahora aparecen otras alternativas como el crowdfunding

Yo empecé a presentarme a premios de poesía porque no había otra forma de publicar. No había otra forma de difundir tu obra que pasar por la criba de un premio que tuviera cierto jurado de mediana notoriedad como para que tu nombre se pudiera asociar a que esos poetas habían dictaminado que tu poesía era interesante. Comencé a escribir muy joven. Mi primer premio de poesía fue con dieciséis años. Desde los dieciséis hasta los treinta y nueve que tengo ahora, he recibido varios premios más. Ya hace como cinco o seis años, que no me presento a ninguno. Eran otros tiempos. Recuerdo cuando gané uno de los primeros y al ir a recogerlo me vino a buscar un chófer al aeropuerto. Cuando se encontró conmigo no daba crédito a que hubiese sido el que había ganado. Era mucho más joven, tenía el pelo largo… El que había quedado segundo era un catedrático de Literatura de casi 60 años y el tercero era un profesor de instituto de 45. En mi generación nadie se dedicaba a escribir poesía. El acto de lectura de aquel poemario fue en un salón de actos de unas trescientas personas donde la media de edad no bajó de los 60 años. La poesía era un reducto cultural para otros. Sí, había y ha habido siempre lectores de distintas edades pero, en aquella época, de cara a la galería la poesía era ya algo pasado de moda.

Naciste en Sevilla pero con menos de un año marchaste a Ibiza.

Sí, pero tengo muchos recuerdos de la ciudad porque voy mucho allí. Tengo familia en Sevilla y la cultura con la que he crecido ha sido andaluza, sevillana. Mis padres son los dos de Sevilla. Él, del barrio de Triana. Ella, del barrio de La Encarnación. En mi casa se ha escuchado siempre flamenco. El primer libro de poesía que recuerdo fue de Gustavo Adolfo Bécquer… Sevilla siempre ha estado presente en casa.

Pero cambiaste el agua del Guadalquivir por la del Mediterráneo y en una isla despertó tu vocación.

Mi poesía tiene mucho de marino. Hasta los 20 años mi vida sucedió en Ibiza, una isla en la que todo está impregnado de mar. Tuve la suerte también de tener muy cerca, desde muy pequeño, a dos poetas que admiro y que, de alguna manera, me alentaron a seguir escribiendo, como fueron Antonio Colinas y Vicente Valero. Vicente Valero, que ha sido Premio Loewe en sus dos ediciones, la joven y la absoluta, era mi profesor de Lengua Castellana en el instituto. Fue él la primera persona que me aconsejó sobre mis creaciones. En aquel entonces él ya era un poeta consagrado y yo un chaval de apenas 16 años. Recuerdo entregarle mis textos, quedar después al salir de clase con él y ver cómo delante de mí iba rompiendo hojas. Yo por entonces había ganado ya cuatro premios seguidos y me ofrecieron publicar un libro. Vicente Valero me dijo que esperase. Consejo muy sabio el suyo. Dos años después publiqué mi primera obra. Y así empezó todo.

¿En qué momento la industria ha llegado a que el creador sea la persona que menos cobre de la comercialización de obra?

De Sevilla a Ibiza para acabar en Madrid, una ciudad que o se ama o se odia.

Amo Madrid. Es en la única ciudad en la que hoy en día podría vivir, dado que me ofrece las posibilidades laborales que necesito. En Ibiza es impensable vivir de lo artístico. Puedes hacerlo pero por un tiempo limitado, quizá en verano. Aquí, en Madrid, por lo que hemos hablado inicialmente, mi profesión no es una, sino que son siete, o no sé ya las que son. Es aquí donde dispongo de las productoras, las editoriales, los casting, los rodajes…

Antes del que el Open Arms se hiciera tristemente famoso tú ya colaborabas con Proactiva, a quienes en algunos sitios han llamado delincuentes o criminales por rescatar vidas en el mar. Los migrantes están escribiendo quizá algunos de los versos más tristes de nuestro presente.

Estando a punto de publicar Apnea leí una noticia muy pequeña en El País sobre Open Arms. Cuando el libro había entrado en fase de producción decidí que la siguiente edición que se publicara sería benéfica. Me puse en contacto con otros artistas que cedieron su trabajo e hicimos Apnea ilustrada. No somos conscientes de lo cerca que está el conflicto. Mientras estamos en las costas de nuestro Mediterráneo apurando una cerveza, a escasas millas hay gente en una zodiac muriendo por intentar llegar a tierra. No es que busquen desarrollar su vida, sino simplemente poder vivir. Europa se está pasando la pelota todo lo que puede. No se están cumpliendo ninguna de las cifras iniciales de acogida de inmigrantes que se dijeron. Estamos ante una catástrofe social. En el futuro nos daremos cuenta de lo poco sensibles que estamos siendo con lo que pasa al lado de nuestras casas.

Hoy vosotros tenéis la oportunidad, no me atrevería a decir la responsabilidad, de darle un nuevo aire al significado de la función social de la poesía

Creo que tenemos la posibilidad de utilizar nuestra obra como altavoz para sembrar esas ideas en la conciencia de aquel lector que llega a ti buscando otra cosa, quizá intentando encontrar una poesía amorosa, por ejemplo. Yo no tengo mucha poesía social, pero sí intentó colar en todos mis libros algunas grietas por donde entre el hedor de lo que está pasando fuera. Creo que los artistas también tenemos que ser comprometidos, ya no solo con nuestra obra sí no a un nivel personal. Puedo escribir 100 poemas de amor o 25 sobre la gente que muere en el Estrecho de una manera muy bonita, pero también reflexionar a título personal si tengo la posibilidad de ceder algo de mi dinero para beneficiar a otro.

¿Una llamada a revisar las coherencias personales?

Sí. Yo no le digo a ningún artista que se quite de comer para poder contribuir a un proyecto, pero si tienes la posibilidad de aportar y además estás utilizando el megáfono de tu vínculo con el público para denunciar lo que está pasando, sé coherente. Me resulta insultante ver en los tele-maratones a un futbolista que donando una equipación deportiva si su gesto se queda solo ahí. Me refiero a esa gente que, si comparamos su sueldo a lo que yo puedo donar vendiendo 4.000  libros podría aportar a lo mejor dos millones a la causa. Vamos, que done la equipación… Pero que done también los millones. ¿No crees?

Como revelas en uno de tus aforismos, siempre es el alma el que pregunta… */

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