O dialogamos o nos vamos

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hollande_house_dialogadosDurante la II Guerra Mundial la ciudad de Londres sufría todas las noches intensas embestidas por parte de los aviones nazis dentro del plan de bombardeos que tenía como objetivo Inglaterra. Sin embargo, la sociedad británica, en un intento de mostrar su resistencia frente a la barbarie, cada mañana mostraba al mundo en la prensa una imagen de fantasmagórica tranquilidad. Como muestra la fotografía de 1940 de la Hollande House, en Kensington, Londres (que permanecerá en ruinas hasta 1952), unos señores se dedican a leer en una biblioteca que ha sido parcialmente destruida, aunque eso parece que no va con ellos. Bien podría ser la versión a la británica de un mensaje ya enunciado en el sur de España durante el asedio francés y recogido en un tanguillo popular en el que las mujeres cantaban por alegrías: «Con las bombas que tiran los fanfarrones se hacen las gaditanas tirabuzones».

Este intento de dar la espalda a las tribulaciones ha sido un ejercicio al que se ha recurrido frecuentemente en momentos de la historia, sobre todo en aquellos en los que la realidad es tan sumamente dramática, que solamente retóricas ilusorias fuera de contexto podrían ser más cercanas a la realidad que la propia realidad. Espejismos de una sociedad que se evade de un presente para ser llevada a un contexto paralelo, atemporal, ficticio.

La contemporaneidad permite, ahora más que nunca, estos ejercicios de realidades paralelas alejados de cualquier atisbo de realidad, ejercicios que en un intento de negación, se alejarán buscando esa expresión ya tan manida de los espacios de confort. La arquitectura, no solamente ha entrado en ese juego, sino que se ha desarrollado en él e incluso hasta se lo ha pasado bien. Retóricas alejadas de la sociedad, discursos endogámicos buscando sustento teórico en una supuesta filosofía contemporánea o suculentos ejercicios formales construidos gracias al respaldo de políticas alejadas del ciudadano.

Pues bien, parece que este panorama de superficialidades comienza a ceder. La arquitectura como ejercicio formal se ha consumido. Si antes la arquitectura de primera línea asumía malabarismos formales como sinónimo de genialidad, ahora ya cualquier forma es susceptible de ser construida y no causa la expectación que pudiera despertar en los 80. Cada vez comienzan a salir más voces y espacios para el debate que demandan una mayor imbricación entre arquitectura y sociedad, una dualidad obligada a llevarse bien. Ignorar a la sociedad, único sentido último de la arquitectura, ha generado importantes cicatrices físicas en la ciudad, heridas que ahora comienzan a ser diagnosticadas.

Hasta hace poco tiempo se planteaba la relación de la arquitectura con otras disciplinas, como un ejercicio de relajación de posicionamientos, en los que la llamada interdisciplinariedad requería que el arquitecto dejara de ser tal. Esos discursos solamente llevarían a hacer que la arquitectura tocara muchos campos para abandonar el suyo, el que le es propio, dejando a un lado cualquier opción que pudiera ser dialogada, para ser suplantada.

Comenzamos esta sección en Dialogados, como un ejercicio de búsqueda de Arquitecturas dialogadas, arquitecturas que han sabido dar respuesta a las demandas de una sociedad y han sabido ser reconocidas por el hombre. Arquitecturas cercanas, próximas y en muchos casos anónimas, arquitecturas de lo común o de lo excepcional, de portada de revista o de referencia casi imperceptible… En definitiva, queremos hacer un inventario crítico de diálogos, de encuentros necesarios.

Así que, o dialogamos o nos vamos.

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