Alfonso Bassave: «Es lícito que la cultura sea comprometida pero no obligatorio, porque está por encima de la política»

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Aunque cuenta con el beneplácito generalizado de la crítica y el público, Alfonso Bassave (Madrid, 1979) siempre ha medido sus éxitos en clave de crecimiento personal. Le costó encontrar su voz en el mundo pero enfrentándose a sus miedos y sus deseos acabó desarrollando la habilidad de entender los de (casi) cualquier ser humano. En nuestro diálogo se nos revela transparente, como su mirada. Más de 20 años de terapia y el apoyo en pilares básicos para él como la naturaleza, su pareja o los amigos le han conducido a la paz de la que goza ahora y que contagia casi sin querer. Su empeño constante por ver en un plano de igualdad a las personas (algo no siempre fácil en un universo cargado de egos como es el actoral) convierte nuestro encuentro en lo que podría ser una charla de amigos que se olvidan del reloj mientras, copa en mano, radiografían la vida.

Fotografía: Juan F. López


Creo que Meryl Streep es de las pocas personas en el mundo a las que podrías llegar a idolatrar.

Sí. Idolatrar tiene un punto más que la admiración, un componente irracional de proyección personal; es ver a alguien como superior. Es verdad que en el caso de Meryl Streep lo siento así, claramente. Hay muchas personas a las que admiro pero para mí ella es casi como un semi-dios.

Con el resto del gremio es mejor establecer relaciones no tan divinas.

Con los compañeros intento no poner de por medio conceptos que a la hora de trabajar, o incluso de relacionarme a nivel personal, se traduzcan en jerarquías. En España, Ángela Molina, Javier Bardem o Penélope Cruz son de las pocas personas que puedo llegar incluso a idolatrar, pero cuando trato con ellos, a nivel personal, intento olvidarme de eso; y a nivel profesional más. Si no, entras en un terreno que creo que, creativamente, no me interesa ni me aporta. Al final, cuando estás manos a la obra, somos todos iguales. En eso mi maestra, Cristina Rota, lo tiene claro: el trabajo, el trabajo y el trabajo. Eso es lo importante, olvidarse del ego y olvidarse de quién es el otro y quién soy; contar la historia que hay que contar y meterse en el personaje que hay que interpretar.

Hablas de Ángela Molina. ¡Cuánto transmite esa mujer con una mirada!

Ángela, para mí, es una leyenda viva del cine español; y a nivel personal no puede ser una mujer más llena de amor, de humildad… Me flipa como actriz y me flipa como persona.

En cualquier caso, en cierto modo desde pequeños nos preparan para crear ídolos. Los dibujos de Disney, el cantante de moda…

En ese sentido he tenido buenos referentes en mi familia, en mi padre y en mi madre. Son personas bastante cultas y en casa siempre se ha admirado a Johann Sebastian Bach, a Mozart, a Goya… Pero no a un actor de televisión.

Aun así, entiendes cuando te piden autógrafos a ti. 

Sí, sí, claro que lo entiendo y lo respeto. Desde luego, en esta sociedad se encumbra y se diviniza a gente que no sé yo si habría que encumbrarla tanto. Pero bueno, yo no soy quién para juzgar los valores y la forma de funcionar de esta sociedad. Yo puedo hablar de mí y para mí. Por ejemplo, Mozart es alguien por quien perder el culo [risas]. O alguien contemporáneo de hoy en día, directores de cine, no sé, Scorsese, John Ford… Pero para mí un compañero actor o un compañero director son compañeros y desde ahí quiero verlos. Son gente, por supuesto, a la que admirar, respetar y darle el mérito que se merecen. Pero creo que hoy en día es muy peligroso esa cosa de idealizar y divinizar a gente que no tiene tanto mérito o que tiene mérito pero no para ponerles en un sitio tocados por la mano de Dios. Tocado por la mano de Dios es Mozart y si me pones, no sé, Whitney Houston; pero no voy a hacer eso con cualquiera y mucho menos con compañeros con los que trabajo.

Con los compañeros intento no poner de por medio conceptos que a la hora de trabajar o de relacionarme a se traduzcan en jerarquías.

Como el que acaba de entrar por la puerta [aparece en el local Gonzalo de Castro].

Pues mira, sí. Gonzalo de Castro me parece un gran actor, un buen profesional; como tú eres un buen periodista o el chef de este restaurante, que hace unos torreznos que flipas. Te lo aplaudo, pero no te voy a hacer la ola.

La Streep heredó el apellido de su padre y la vena artística de la rama materna. En tu caso el Bassave te viene de tu madre. ¿Y el arte?

Mis padres eran polos muy opuestos entre sí: sus valores; su origen familiar, económico y social; su forma de entender la vida. Pero para mí eso ha sido una riqueza. Mi padre venía de un origen muy humilde, de una aldea gallega, y mi madre de una familia aristócrata de Madrid. Gran parte de mi trabajo personal y vital ha sido integrar esas dos realidades.

Comprendiendo sus caminos encontraste el tuyo.

Cada cual tiene que entender de dónde viene. Para mí el ser actor ha sido, sobre todo, una manera de buscarme a mí mismo y averiguar cuál es mi voz en el mundo, para qué he venido aquí. En ese sentido sí creo que han influido mis padres, aunque no fuera directamente, porque mi madre es abogada y mi padre era filósofo, meditador… Ni mis abuelos, ni nadie de mi familia hizo antes nada relacionado con el arte. Para mí, el ser actor viene del caos, de la confusión sobre quién soy.

Pudiste acabar abogado, como tu hermano.

En su momento no lo tenía claro y me dieron el empujoncito hacia ahí [risas]. Pero enseguida vi que no era lo mío. Mi familia, como la mayoría de las familias españolas, pensaba que había que estudiar para ser feliz y labrarse un futuro. Luego en nuestra generación nos encontramos que muchas veces hacer una carrera no te sirve de nada. ¿Cuántos abogados hay en España que no encuentran trabajo? Eso sí, estudiar una carrera te da capacidad de estudio y disciplina, así que eso que me llevo conmigo como aprendizaje. El Derecho en sí no me interesa los más mínimo y creo que no lo voy a usar en mi vida.

Por eso después de la facultad quisiste formarte en el terreno interpretativo y lo hiciste con Cristina Rota. Ella dice que un artista sin compromiso no podrá llegar nunca a ser un gran creador.

Cristina Rota es mi maestra y a ella le debo mi formación y mi base como actor, pero hay un montón de cosas en las que no estoy de acuerdo con ella. Ella se refiere a un compromiso social, político… El artista puede tener ese compromiso ideológico −y desde luego la cultura tiene una función fundamental en el aspecto crítico, ideológico y evolutivo de la sociedad en la que está− pero no creo que sea condición sine qua non. Es lícito que la cultura sea comprometida −y si lo es, maravilloso− pero no obligatorio, porque la cultura está por encima de la política y un país necesita su cultura.

Al final todo entra en una guerra de bandos.

Evidentemente, la cultura siempre ha sido más de izquierdas porque es más revolucionaria, cuestiona más lo establecido y a las clases dominantes. Pero creo que es absurdo lo que ha ocurrido durante mucho tiempo en este país, donde lo que se ha visto es: la cultura de izquierdas y la derecha va en contra. En Estados Unidos, por ejemplo, el poder del cine es tan fuerte que ningún político se atreve a ir en contra de Hollywood. Bueno, a lo mejor ahora Trump.

Somos un país que, con todas nuestras luces, también tiramos mucho al que triunfa y somos muy envidiosos y muy criticones.

En cualquier caso, no está mal discrepar de los maestros.

Independientemente de que yo tenga mi opinión ideológica y de que esté en mi derecho de expresarla eso no significa que para ser artista tenga que tenerla o manifestarla. Por eso no estoy de acuerdo en ese punto que defiende Cristina de que un actor sin ideología y sin compromiso político no es nadie.

La tarea del artista encierra ya en sí un una función social. El compromiso de entretener o intentar hacer feliz por un rato a la gente no es poca cosa.

Exacto. Arturo Fernández, por ejemplo, para mí es un facha del copón y ha entretenido y ha hecho feliz a mucha gente con su interpretación y con sus obras de teatro. Pues oye, es lícito. ¿Quién soy yo para decir nada? Tiene una ideología que no es la mía pero, ¿ese no es actor? Claro que sí. Y luego hay mucha gente que no está comprometida abiertamente con ninguna ideología y que son buenísimos actores sin meterse en política.

Queda mucho que hacer para desterrar los clichés.

Porqué es que, si no, al final da igual que seas de izquierdas o de derechas. Es decir, eres de izquierdas y tienes que ser de una manera concreta. Al final lo que se pierde ahí es el pensamiento y la capacidad de analítica y de crítica. A lo mejor yo puedo ser de izquierdas y cuestionar algo que está haciendo un gobierno de izquierdas o aplaudir algo que ha hecho un gobierno de derechas. Pero en este país −y en general esta sociedad y con las redes sociales y con un montón de cosas− se va a un pensamiento único, de un lado o de otro. Y entonces, si eres actor, que somos más de izquierdas, no puedes tener una opinión que de repente cuestione a… [el PSOE]. O que aplauda una decisión del PP. Yo no soy del PP y no me gusta, pero a lo mejor hay algo concreto que sí me gusta. ¡Cuidado con decirlo! Se me van a echar encima todos mis compañeros, oye. Algo importante en un actor, y en cualquier ser humano, es el juicio crítico. Piensa por ti mismo. No te comas todo lo que te dicen.

Deberían de garantizarnos salir de la escuela con ese juicio. Hablando de formación, la actoral ha sido siempre una asignatura pendiente en España. Tú mismo tuviste que salir a Londes. ¿Ha mejorado la cosa?

Ahora tenemos más oportunidades formativas y menos oportunidades profesionales. Hay muchas más escuelas (antes solo estaba la RESAD, Cristina Rota, Corazza y Layton) pero hay mucha más personas que quieren ser actores. Ana Torrent, que es amiga, me decía: «Tú si estuvieses en mi época habrías trabajado mucho más que ahora, porque éramos muchos menos».

Para mí el ser actor ha sido, sobre todo, una manera de buscarme a mí mismo y averiguar cuál es mi voz en el mundo

Es curioso que durante muchos años los grandes maestros de este país no han sido españoles.

Sí, Cristina Rota es argentina, Juan Carlos Corazza también, Leyton estadounidense… En España, y en general en la cultura mediterránea, necesitamos seguir abriéndonos. Está muy bien la cosa de la unidad familiar y de nuestras tradiciones, pero que eso no excluya el abrirnos al mundo. Los anglosajones en eso son todo lo contrario, se olvidan de la familia y son muy individualistas, pero a nivel formativo y a nivel profesional están mucho más abiertos que nosotros. Tú a lo mejor has estudiado biología pero acabas trabajando en moda. Aquí somos más de si has estudiado esto tienes que hacer esto. Somos muy cerrados en muchas cosas y aunque España ha avanzado muchísimo en los últimos 30 años, tiene que seguir haciéndolo, desempolvando, abriendo fronteras barriendo banderas. Tenemos que salir más.

¿Tan anclados ves a tus paisanos?

En España tenemos un montón de cosas maravillosas, de estilo de vida, de mentalidad… Y luego tenemos otras que no tanto. Somos bastante cerrados y acomplejados en muchas cosas. Criticamos mucho lo de fuera y nos creemos mejores que nadie, creo que precisamente porque estamos acomplejados y a lo mejor, en el fondo, nos sabemos peores.

Cuando no nos ponemos la zancadilla entre nosotros mismos.

También. Por ejemplo, vuelvo a nombrarte a Penélope Cruz. Para mí, y creo que hablo en nombre del 90% de los actores de este país, es un referente y todos la admiramos. Desde que ganó el Oscar se le empezó a respetar pero antes se le metió una caña tremenda, a una mujer que ha triunfado fuera en la industria más difícil. Este año la Academia francesa le concedió el César de honor. No hay nadie más chovinista, más snob y más cerrados que los franceses; y le dan el César de honor a una actriz española de cuarenta años. Al día siguiente miraba la prensa y en pocos sitios había referencias. Somos un país que, con todas nuestras luces, también tiramos mucho al que triunfa y somos muy envidiosos y muy criticones.

¿Qué más nos deberíamos replantear como sociedad?

¡Muchísimas cosas! Por ejemplo, los roles masculinos y femeninos. ¡Esto daría para otra entrevista!

¿Pueden venir por ahí muchos de los males que nos afectan como colectividad? Pienso en el acoso, la violencia de género… Se sufren individualmente pero son comportamientos que se han ido generando dentro de nuestro desarrollo como sociedad.

Te cuento mi caso. Mi referente, mi madre, es una mujer muy masculina, en el sentido tradicional o convencional de lo masculino: muy profesional, muy ambiciosa, muy agresiva, muy trabajadora… Mi padre siempre desde ese sentido convencional, insisto, era muy femenino: muy pasivo, muy tranquilo, muy reflexivo, muy dado a la meditación y a la lectura… Mi madre era la que trabajaba y mi padre era el que se quedaba en casa cuidándonos. Los roles estaban muy invertidos y creo que de ahí vienen un montón de rasgos de mi personalidad y esa circunstancia me ha influido para ser quien soy. Esto me ha hecho plantearme mucho qué es lo femenino y qué es lo masculino.

Mucho del maltrato y del abuso que vemos pasa por un hombre que está muy perdido en su rol en la sociedad y que ve a mujeres cada vez más poderosas.

¿Y encontraste respuestas?

O más preguntas.  ¿Por qué lo masculino va a ser la fuerza y lo femenino lo pasivo? Creo que en el último siglo la mujer ha avanzado un montón hacia el terreno de lo masculino pero el hombre no ha avanzado tanto hacia el terreno supuestamente femenino. Pienso que tanto el hombre como la mujer tienen que tener esos dos campos de exploración. Así como la mujer ha peleado mucho por su reconocimiento en el terreno de lo profesional o en su desarrollo sexual el hombre se ha quedado muy atrás a la hora de profundizar en el terreno de los sentimientos, las emociones o el desarrollo personal. No hablo ya de abordar su feminidad, porque ya sería catalogar, pero sí de esos aspectos, que equivocadamente limitamos a veces, y que se entiende que corresponden solo a la feminidad. Por ahí pasa mucho del maltrato y del abuso que vemos, por un hombre que está muy perdido en su rol en la sociedad y que ve a mujeres cada vez más poderosas, más completas, en su parte interna y en su parte externa, que pueden tener hijos y a la vez ser exitosas profesionalmente. El hombre ahí que no está haciendo ese viaje hacia el otro lado y que ve algo distinto de para lo que normalmente le educaban, se siente más inseguro y reafirma su intento de dominar.

Decía Hegel que la belleza es «la manifestación sensible de la idea». ¿Cuáles son tus referentes de belleza?

La belleza es algo subjetivo y a cada uno le parece bello algo diferente. En Londres tuve un profesor que decía algo así como que lo importante de un actor es que interese observarlo, que a mí me apetezca mirarte. Luego le oí decir algo parecido a Jeremy Irons, alguien al que admiro mucho, que me encanta como actor y que encima me parece de los tíos más guapos del planeta. Para mí la belleza pasa por ahí, que me resulte interesarte mirarte, que me atrapes. Considero que la interpretación de un actor es bella si me atrapa. Para mí Meryl Streep me parece la tía más bella del planeta. No es la más guapa, pero es bellísima. Y lo es hoy con sus sesenta y pico de años y lo era con sus 30. Me atrapa por…

Me confieso muy esteta pero también veo más allá. Para mí la belleza pasa por que me resulte interesarte mirarte, que me atrapes.

Por algo que va más allá de su apariencia física.

Exacto. ¿Quiénes son para mí bellos? Yo me confieso muy esteta, la belleza y la estética me atraen mucho y son importantes para mí. Pero también veo más allá. Creo que la mejor actriz de este país, con diferencia, es Carmen Machi, ¡y no se la considera precisamente guapa! Más allá de los cánones oficiales, lo interesante y lo brutal y genial que es como actriz hace que la vea como la Meryl Streep española. Por eso puede hacer Juicio a una Zorra, donde interpretaba a Elena de Troya, por quien se desencadenó una guerra. Elena debió de ser muy guapa. Cuando Carmen se mete en el papel te la crees. Por eso para mí la belleza se resume en eso, en que me interesa mirarte.

Belleza que transmite.

Ayer veía a Bardem y me decía: «No eres guapo. En su momento eras guapo y atractivo, ahora ya no tanto. Pero tienes una mirada, tienes un carisma, tienes un magnetismo que… ¡Qué me interesa admirarte y me pasaría horas mirándote!». Allí está su belleza, no en la belleza de un modelo; aunque esa otra belleza también existe y puede tener su espacio, por supuesto que sí, porque también está esa belleza objetiva que, de una manera u otra, nos gusta a todos.

Efectivamente, en la búsqueda apasionada de la belleza muchos la han encontrado a través del cuerpo. La belleza, por ejemplo de un desnudo. Es este un tema que, a lo largo de la historia, unas veces se ha instrumentalizado, otras se ha repudiado…

En lo que tiene que ver más con el cuerpo y el desnudo, para mí ahí la belleza pasa por como tú lo vivas. Un actor y director al que admiro mucho es Alberto Velasco. Le he visto dirigiendo trabajos geniales como Escenas de caza, pero también actuando en La inopia. Coreografías para un bailarín de 120 Kg. Es un tío que no sé cuánto pesa pero pesa mucho, es muy alto y es grande. Tiene un perfil de Instagram, en el que entre otras cosas, muestra mucho su desnudo. Es el cuerpo de un tío qué pesa más de cien kilos y qué a mí me encanta. Muestra su desnudo con actitud, como si tuviese un cuerpazo y unos abdominales bien marcados.

Hay que quitarse vergüenzas. No hace falta ser Rocco Siffredi para desnudarse delante de la gente.

Al final volvemos a lo que decías antes: piensa por ti mismo.

A mí me encanta; como me encanta también el que tiene un cuerpazo. Primero, sobre el cuerpo humano hay que quitar historias con el desnudo. Yo, más o menos desde que soy adulto hago nudismo en la playa. Para mí eso fue muy liberador. Hay que quitarse vergüenzas. No hace falta ser Rocco Siffredi para desnudarse delante de la gente. Como actor también me ha ayudado mucho. Me ha tocado desnudarme mucho en escenas de sexo. Tenemos que normalizar y naturalizar el desnudo. Me parece que los cuerpos son mucho más bonitos desnudos que vestidos. Cuando estás en la playa y ves a alguien gordo, por ejemplo, me parece que es mucho más bello cuando va desnudo que cuando va con un bikini que le queda apretado. No, ¡quítatelo! Hay armonía en esos michelines.

Culturalmente no es algo fácil de aceptar.

Creo que con todo esto de la objetivización del cuerpo y todas estas cosas… Por supuesto que el valor primero de un ser humano no es su cuerpo ni su apariencia física; son sus valores internos. Pero eso no significa que haya que esconder el físico, bien sea porque eres muy guapo o muy guapa y tienes un cuerpazo o porque eres gordo y no tienes las medidas de modelo. Yo por ejemplo en Instagram enseño mi cuerpo. Intento que no sea lo único que enseño, porque creo que soy muchas más cosas y comparto también mis gustos de cine, de música, la naturaleza para mí es fundamental… ¡Pero mi cuerpo también! Me machaco en el gimnasio porque para mi profesión es importante, y si vas a hacer de prota o tienes un desnudo te piden que tengas tal tipo de cuerpo. Oye, pues si he marcado mis abdominales los voy a enseñar. Pero tengo el mismo derecho a hacerlo que Alberto Velasco, que no tiene abdominales y pesa más de 100 kilos y me encanta ver sus fotos con el mismo estilo tío bueno. ¡Olé! Le aplaudo, me encanta y me parece bello también, porque es el cuerpo humano. Punto.

Hay que romper aún mucho tabú. Ser actor es todo un ejercicio de tolerancia. Meterse en la piel de otro y tratar de entender sus razones debe ayudarte a no juzgar.

Total. Pero antes que ser actor, o en paralelo, a mí me ha ayudado a ser más tolerante la terapia. La he hecho durante muchos años. Cualquier ser humano debería hacer algún tipo de terapia, la que sea, la que a cada uno le funcione. No tiene que ser una terapia analítica, puede ser yoga, pero sí creo que es importante trabajarse, revisarse, analizarse a nivel personal, mirar tu pasado, mirar de dónde venimos, mirar mis miedos, mis acciones, mis neurosis… Llevo el mismo tiempo siendo actor que haciendo terapia y para mí la riqueza de ambas facetas, que van en paralelo, es entender que si me conozco a mí mismo, si de verdad me atrevo a ver mis miedos y mis deseos seré capaz de entender los de cualquier ser humano.

Llevo el mismo tiempo siendo actor que haciendo terapia y para mí la riqueza de ambas facetas es entender que si me conozco a mí mismo seré capaz de entender a cualquier ser humano.

Incluso los de gente a la que detestarías.

Sí. Puedo entender a un pederasta, a un violador… Si analizamos a ese tío en concreto, habrá llegado a ese punto de ser un monstruo por algo: porque de pequeño no le quisieron, le machacaron, le maltrataron… ¡Por lo que sea! Es un enfermo mental. Si yo veo mi parte oscura, si yo veo mis dificultades, si yo veo mis adicciones, si yo veo mis miedos, mis envidias y mis odios, puedo entender los del otro, que a lo mejor son los mismos que los míos multiplicados por diez, pero no dejan de ser los mismos que los míos. La terapia y el ser actor te enseñan mucho a entender. El gran regalo de mi profesión es que trabajas contigo mismo y trabajas con el ser humano y con sus miedos; con sus luces y sus sombras. Como actor, no puedes ser dogmático, no puedes ser moral.

Me estoy acordando de tu personaje de Francisco en Carlos, Rey Emperador.

Francisco I tuvo muchas luces como rey, pero muchas sombras, era un rey despótico del siglo XVII. Como actores tenemos que entender a nuestro personaje, defenderlo y no juzgar. ¿Cómo lo haces con un tío qué mataba gente cuando le daba la gana y que se pasó la vida en guerra con Carlos V por puro orgullo y por pura soberbia? Tienes que ir a esa época, meterte en esa mentalidad y tratar de entender desde ahí, no desde el juicio. Tanto como paciente de una psicoterapia, como actor y como ser humano, creo que todos deberíamos hacer ese viaje.

Con Estoy vivo habéis demostrado una vez más que la ficción española se reinventa y vive uno de sus mejores momentos.

En España en los últimos diez años la ficción ha pegado un salto increíble. Mucho ha sido incentivado por el ejemplo de la ficción americana, que es muy buena. En parte, Estados Unidos ha hecho espabilarse a las cadenas, las productoras y los guionistas en este país y ponerse las pilas. Ya no funcionan los formatos de hace diez años. Dicho esto, creo que aquí hacemos milagros. No sé si la gente es consciente de lo que hacemos con los presupuestos que tenemos. No sé cuál es el presupuesto de una serie como Estoy Vivo, pero imagínate  a cuánto puede ascender el de un Juego de Tronos.

Por eso nos debemos sentir más orgullosos.

Sí. Hacemos cosas muy dignas y que se están vendiendo a muchos países con presupuestos que son diez veces menores que en otros lugares. Muchos actores y actrices están llevando lo que los políticos llaman la marca España mucho más lejos que ellos mismos. Almodóvar es la mayor marca España. A Bardem, al que tanto se le critica sobre todo por parte de la derecha española, se le reconoce como a uno de los mejores actores en todo el mundo. Sí que la ficción ha avanzado mucho y tenemos mucho mérito… ¡Y lo que nos queda! ¡Por supuesto que sí! ¡Olé nuestros huevos! ¡Lo que estamos haciendo pese a las complicaciones!

Muchos actores y actrices están llevando lo que los políticos llaman la marca España mucho más lejos que ellos mismos.

¿Qué asignaturas pendientes te gustaría abordar?

Tengo un tema pendiente desde hace mucho tiempo. Quiero vivir en la naturaleza. Y estoy en ello…

¿Acabarás huyendo de Madrid?

No huyendo, porque siempre volveré y creo que una huida  representa rechazo  y yo no reniego de mi ciudad, de mi ambiente profesional, de mis amigos, de venir a un restaurante que me guste, o al cine, o al teatro. Pero sí quiero incluir en mi día a día más la naturaleza y otro tipo de vida más sencilla, más coherente con mis principios, con mis valores y con mis necesidades, que cada vez son más urgentes. Quiero despertarme en la naturaleza, quiero ver los cambios de las estaciones, quiero compartir mi tiempo con más animales, si puede ser…  Es mi objetivo number one para los próximos años, darle forma a eso.

Suena envidiable.

Pues todo es planteárselo.

Y empezar el camino. */

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