El pintor de batallas

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Los que han vivido una guerra en primera persona saben que la paz no es solo la ausencia de conflicto. La paz quizá murió con la primera bala o cayó bajo el primer mortero y nunca volverá. Gracias al Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia hoy podemos decir que se está aplicando cierta justicia en aquel territorio que un día fue y ya no se dibujará de nuevo. Existe un relato judicial de lo que pasó, pero hay cientos de miles de relatos personales que no verán jamás la luz, vidas que dejaron de serlo o por el abrazo de la muerte o por la opresión aún hoy del recuerdo.

Los Teatros del Canal acogen hasta el 16 de abril en Madrid El pintor de batallas, adaptación de la novela homónima de Arturo Pérez-Reverte publicada en 2006 y en la que el escritor y ex corresponsal de guerra reconoce un texto «autobiográfico en un 85 o 90 por ciento».

La obra relata el encuentro entre un antiguo fotógrafo de guerra, Andrés Faulques, refugiado en un pueblo de la costa mediterránea, e Ivo Markovic, un ex soldado croata al que Faulques retrató en una instantánea que le valió un importante premio; Markovic le ha buscado durante años y tiene la intención de matarle… Pero antes desea  conocer mejor a Faulques: «Quiero que sepa y comprenda».

«El hecho de mirar no es inocente», recordaba el pasado viernes tras la función Antonio Álamo, al frente de la dirección y versión de este montaje. Sus palabras nos introducen en la noción de subjetividad en el fotoperiodista o el cámara, que por mucho que quiera quedar al margen y no alterar la realidad de la que informa, sino ser testigo mudo, desde el preciso instante que encuadra, efectúa una acción selectiva. Además, trabajar con la muerte como compañera de profesión te vacuna en parte contra el dolor, pero solo un robot podría quedar

Esta no es exclusivamente una obra sobre guerras. Profundiza en la compleja geometría del caos del siglo XXI a través de distintas aristas: el arte, la ciencia, el amor, la lucidez, la soledad… Alberto Jiménez —que nos hace creer que verdaderamente corre sangre balcánica por sus venas— y Jordi Rebellón realizan un magnífico trabajo y logran trasladar al público parte de su carga, de su angustia y de su culpa a través de la historia de sus dos vidas, enfrentadas pero profundamente unidas desde que sus miradas se cruzaran unos segundos muchos años atrás y el rostro de uno quedase atrapado en el negativo del otro para siempre.

Pérez Reverte confió desde el principio en el criterio de Antonio Álamo y su relectura de esa parte de su historia personal. Mucho de acto de fe hubo a la hora de autorizar el trabajo, porque el dramaturgo murciano nos cuenta que después de estrenada la obra el académico le confesó no haber leído nunca el guión que le había remitido. Posiblemente, el espacio sonoro creado para la ocasión por Marc Álvarez, la lograda escenografía de Curt Allen Wilmer (que con el semicírculo nos hace sentir dentro de la torre de vigía) y la pintura del artista plástico murciano Ángel Haro hayan contribuido a que Pérez Reverte se reafirme en la decisión tomada y apoye manifiestamente el montaje con su repetida presencia en el patio de butacas. «Yo no pretendo hacer justicia ni que el mundo sea mejor, lo que pretendo es desahogarme» dice el escritor. Si algo de desahogo llega al compartir el dolor con el espectador damos fe de que lo ha conseguido. ¡Feliz día del teatro! */


Teatros del Canal
22/03/2017 – 16/04/2017

Basado en la novela de Arturo Pérez-Reverte
Dirección y versión: Antonio Álamo
Intérpretes: Jordi Rebellón y Alberto Jiménez
Emilia Yagüe Producciones / Minestrone Producción / Masca Producción / Teatro Calderón de Valladolid

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